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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
7
Ciencia ficción. Terror. Thriller Planteada como un documental, la historia explica y demuestra cómo las hormigas serían las dueñas del mundo si estuvieran en igualdad de condiciones intelectuales con el ser humano. Único largometraje que dirigió Saul Bass, reconocido por ser el autor de algunos de los mejores títulos de crédito. (FILMAFFINITY)
22 de febrero de 2010
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Saul Bass es el autor de algunos de los mejores títulos de crédito de la historia, sobre todo en diversas películas de Hitchcock, y con frecuencia se ha rumoreado también acerca de su hipotética participación activa en la mítica escena de la ducha en "Psicosis". Sea como sea, en su único largometraje como director demostró unas cualidades nada desdeñables y, por encima de todo, una gran originalidad en su acercamiento a la ciencia-ficción (cualidad ésta especialmente indicada para el género, aunque lamentablemente proliferen en él los clichés y la repetición de ideas).

"Sucesos en la cuarta fase" narra la rebelión de las hormigas contra la raza humana, no ya planteada únicamente en términos de ataques o destrucción (como sucede en casi todas las películas de este tipo) sino encaminada a una mutación genética con el fin de engendrar un nuevo estado evolutivo en la humanidad (casi en la línea filosófica de "2001"). Lo paradójico es que esta ambiciosa historia, casi apocalíptica, se explica con un minimalismo máximo (valga el oxímoron), fruto de la más exigente serie B. Así, los personajes se reducen a dos científicos y una mujer, interpretados por habituales secundarios (uno de ellos es Michael Murphy, que más tarde hará de amigo de Woody Allen en "Manhattan"), en lo que asemeja ser un laboratorio en medio del desierto.

Pero las protagonistas absolutas son las hormigas y, de nuevo aquí, —redundando en la originalidad antes enunciada— para generar inquietud basta con una idea tan sencilla y a la par tan eficaz como verlas de cerca. Muy de cerca. En una línea prácticamente documental —incluso con la voz en off explicativa de uno de los científicos— la cámara registra largas secuencias de la vida de las hormigas. Con esa aproximación tan intensa de la mirada, esos animales tan minúsculos e incluso simpáticos se tornan seres extraños y grotescos, y resultan mucho más turbadores y "fantásticos" que cualquier muñeco mecánico o generado por ordenador. Análogamente, la película se narra de una manera distanciada, casi a modo de informe (se divide en cuatro capítulos, cada uno correspondiente a una de las fases de la mutación). Todo ello contribuye a crear una fascinante mezcla de verosimilitud y extrañeza, probablemente el mayor logro de la película.

Los escasos momentos que se pretenden "espectaculares" (como las hormigas atacando a algún ser vivo o alguna explosión) resultan los menos convincentes, a causa de la pobreza de medios, e incluso que me atrevería a decir que ni siquiera me parecen necesarios. En efecto, es en el ámbito de lo intangible —como en una especie de duelo o test de inteligencia que se desarrolla entre hormigas y humanos— donde la película alcanza las cotas más altas. Y esto es, en definitiva, la seña de identidad del mejor cine —o relato, en la literatura o el teatro valdría lo mismo— fantástico, aquel que juega con la capacidad de sugerencia, con los miedos ancestrales, con el poder de la imaginación.
Quim Casals
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