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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
8
Intriga. Thriller Steven Taylor (Michael Douglas), un industrial millonario que atraviesa un mal momento financiero, está casado con Emily (Gwyneth Paltrow) una joven adinerada de familia rica que mantiene un pasional romance con David (Viggo Mortensen), un artista bohemio. Tras conocer la infidelidad de su esposa, Steve averigua también el turbio pasado del amante, un estafador que seduce a mujeres ricas, y entonces le encarga que asesine a su esposa... ... [+]
24 de marzo de 2022
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los cinéfilos, como personas que somos de fe en el cine, también tenemos el derecho de cometer herejías. Porque la herejía, además, solo es genuina y tiene mérito, por así decirlo, si tiene lugar en el seno de lo que se cree. Creo fielmente en Hitchcock, objetivamente uno de los mejores cineastas de la historia y particularmente entre mis máximas deidades.

Y es en este punto donde confieso, sin rubor y sabiendo que me expongo al juicio sumarísimo de la comunidad cinéfila más ortodoxa, que me gusta bastante más el remake de “Crimen perfecto” que protagonizara Michael Douglas que la original de Hitchcock.

Quizás sería más justo empezar apuntando que la primera versión no se encuentra tampoco entre las que considero grandes obras del maestro, lo cual no quiere decir, por supuesto, que no se trate de una buena película, como casi se puede aseverar que no podría ser de otra manera. Es un entretenimiento eficaz del cual el propio Hitchcock no se sentía especialmente orgulloso y, tal y como comentó con Truffaut en su famoso libro (nunca está de más insistir en que se trata de uno de los mejores libros sobre el arte del cine jamás publicados), el reto ante el ejercicio de estilo (filmar una película entera entre cuatro paredes) fue básicamente su estímulo principal.

En ese sentido, como ejercicio puramente cinematográfico de puesta en escena tiene su máximo valor, pese a que también hay que tener en cuenta que la planificación estaba supeditada al rodaje en 3D, con lo cual determinadas composiciones no nacen tanto de su necesidad expresiva como de su necesidad para crear unos determinados efectos. En el resto, sin embargo, la historia, el tratamiento de los personajes, las interpretaciones… se nota más a mi juicio el paso del tiempo. Al contrario de sus grandes películas (y de las grandes películas en general), que parecen intemporales y siempre modernas y como tales permanecen, aquí percibo muy diáfanamente la antigüedad que atesora.

Es buen momento ahora para advertir que la comparativa entre las dos versiones es casi un McGuffin, porque tiene más de “provocación” al lector que de importancia para mí. Estoy abonado a la tesis de que no tiene mucho sentido ver remakes con el objetivo de compararlos con el original. Me interesan las obras “en sí mismas”, no en relación a un referente, y más cuando –no es el caso– este está mitificado. Esta reseña está escrita poco después del estreno del “West Side Story” de Spielberg y, si la he disfrutado tanto (la pongo a la par e incluso creo que por encima de la clásica, que ya era de antes mi musical preferido de la historia) ha sido por ir a verla –dos veces– sin ningún afán comparativo, sino abierto a lo que me ofrecía como pieza independiente.

Cerrado este paréntesis, sí diré que, efectivamente, y tras un par o tres de visionados, en la tesitura de escoger una y otra, me decanto totalmente por “Un crimen perfecto”. Aparte de lo expresado, la comparación no deja de ser también muy forzada en tanto que se trata de un remake muy libre y se puede decir que argumentalmente muy poco tiene que ver, salvo la premisa de un marido que chantajea a alguien para que mate a su esposa. En este punto, el cambio que aquí se produce en referencia a la identidad del ejecutor del crimen para mí resulta sumamente afortunado. No puedo decir que conociera al director, Andrew Davis (que veo que también dirigió el interesante también remake de “El fugitivo”) y fue una sorpresa muy grata comprobar que la película está excelentemente dirigida, jugando muy bien además con la fotografía y el montaje. El gran acierto, obviamente, es que Davis no trata de emular a Hitchcock, ni en el “tour de forcé” de rodar en un espacio cerrado ni en su escritura cinematográfica (lo que podría haber hecho un Brian de Palma, para entendernos), sino que busca y encuentra su propio estilo. Y ahí encuentro un gran manejo del ritmo y el suspense, mientras que el trío actoral, Michael Douglas (espléndido, un actor que cada día me gusta más), Gwyneth Paltrow (que no es santo de de mi devoción pero que aquí encaja perfectamente en su rol) y Viggo Mortensen (otra debilidad personal) cumple sobradamente.

Y poco más hay que decir. La película no pretende ser más de lo que es, un puro entretenimiento cargado de tensión de domingo por la tarde, y como tal consigue plenamente sus objetivos. Ser cinéfilo de pro incluye también, pienso, disfrutar con el cine comercial de pura evasión, y más cuando está “bien hecho”.

Quisiera acabar estas líneas cometiendo quien sabe si una nueva herejía (mucho me temo que así sea) y romper una lanza a favor de los thrillers comerciales americanos de los noventa (no hablo de los que ya tienen un merecido reconocimiento, como los de Fincher o Tarantino). No es una cuestión nostálgica, porque en esa época no era si quiera el cine que más seguía ni me interesaba, e incluso muchas las descubrí a posteriori, pero tengo la impresión que actualmente hay una cierta mala prensa hacia ellos y se miran por encima del hombro, como si fueran objeto casi de sonrojo. Y, sin embargo, debo indicar que, por mi parte, cuando busco ese rato de diversión con un thriller sin más consecuencias, me proporciona una tremenda satisfacción sentarme a ver títulos como “Instinto básico” “La mano que mece la cuna”, “Análisis final” o “Nunca hables con extraños”. Ahí queda dicho.
Quim Casals
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