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México México · San Luis Potosì
Voto de Turenne1964:
10
Bélico. Drama Famosa producción de Dino de Laurentiis sobre las guerras napoleónicas. Cuenta con un extenso reparto de primeras figuras de la época, miles de extras del ejército soviético. Fue dirigida por Sergei Bondarchuk, que dos años antes había conseguido el Oscar a la mejor película extranjera para la Unión Soviética con "Guerra y Paz", una adaptación de la novela homónima de Tolstói. (FILMAFFINITY)
10 de septiembre de 2019
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En principio expongo los dos ejes de la subjetividad sobre los cuales se deslizará mi crítica: El primero es mi fervor por Napoleón. Esto puede ser ridículo por todo lo que hoy representa (y cómo es representado) el personaje, desde el cliché arlequinesco (sus parodias en los dibujos animados de la Pantera Rosa o en su representación en "Time Bandits" de Gilliam [1981]) hasta el motivo de creación de odas, novelas (Balzac no se explica sin el emperador, Tolstoi...), música (Tchaikovsky), etc. Pero pesa también, y para eso existe la Historia, su paso existencial (fenoménico) y la influencia que ejerció en su momento y que sigue ejerciendo: Quien camina hoy por debajo del famoso Arco del Triunfo, transita bajo los nombres de los generales del ejército napoleónico; eso se contrasta, por ejemplo, con lo que las guerras costaron: al menos, tres millones de militares muertos, y un número similar de civiles asesinados, lo cual ya es entristecedor. Ergo, quien ose representar a Napoleón tiene que tener los tamaños para encarnar tan significativo personaje. El segundo eje lo constituye la historia militar.

El filme de Bondarchuk me parece desigual. La edición no me gusta. Tiene unos paneos y unos acercamientos veloces, unos "requiebres" de escena que me parecen más bien malas hechuras, y no ocurrencias del director. Pero por otro lado lo que sí posee es amplitud de vista. Al cineasta soviético le gusta la perspectiva, el paisaje. Y tiene escenas que son de antología. La primera es la recreación del famoso "Adios de Fontainebleau" donde Rod Steiger recreó un excelente Napoleón. Es de hacer notar que las muertes de los soldados todavía se representaban con grititos y tirándose al suelo, y que el realismo actual haría ver los letales efectos de un proyectil de obús británico de 6 pulgadas (152 mm) sobre los cuerpos indefensos de infantes o de soldados de caballería; pero tiene elementos como la metralla, su sonido, la presencia de la artillería y la amplitud de la cámara para captar los movimientos de tropa (infantería y caballería, antes y durante la batalla) que son magistrales: la carga de caballería de los Scots Greys (cita del óleo "Scotland for Ever" [1881] de Lady Elizabeth Butler), la carga de los escuadrones de caballería al mando de Ney. La propia secuencialidad de la batalla da el material narrativo de la acción bélica representada, aunque con imprecisiones pero, como alguien ya apuntó, no pretende tener rigor historiográfico. La cantidad de extras provenientes del ejército soviético (todos se veían a gusto en sus decimonónicos uniformes: son militares que se invistieron de la dignidad representacional que exigía la película) le dan al filme una dimensión mimética profunda.

La narrativa de la película representa ese tipo de cosas que salen de la comprensión del historiador que se pregunta por el por qué de determinadas circunstancias: la indecisión de Grouchy al negarse ir a donde sonaban los cañones y que resiente el espectador con desesperación, no hace sino repetir la incongruencia de la vida, porque efectivamente Grouchy hubiera podido cambiar el resultado de la batalla si se hubiera decidido a acudir, pero no lo hizo.

La historia total es sencilla: es Napoleón en los Cien Días y su culminación en la batalla que daría fin a su carrera política, pero esos hechos no daría fin a su trascendencia, tanto es así que hoy escribimos sobre una película que representa al hecho. Por lo tanto, el personaje principal, aunque se le trate de oponer la figura de Wellington, es Napoleón. Es por eso que Rod Steiger entendió lo que debía hacer con el papel. La escena ya comentada de la despedida de sus viejos granaderos de la Guardia Imperial la realiza el actor con soberbia genialidad. Humanizó en mucho a su personaje, así lo exigía el guión. Las menciones que hace sobre su amado y ausente hijo, las hace el actor con el dolor de un padre que aunque sea la reencarnación de Ares, es un papá frágil. ¿Se le podrá recriminar a Steiger su "sobreactuación"? ¡Está encarnando a Napoleón, no a un oficinista! No podía ser de otra forma.

Aún con esas cosas como artesanales de hacer cine, tales como la burda edición, la película es estupenda para todo amante del cine bélico e histórico. La actuaciones de Rod Steiger y Christopher Plummer, así como las de Orson Wells (excelso rey gordo Luis XVIII, no podía haber uno mejor) y Jack Hawkins como el Mariscal Ney son más que profesionales.

Y también es buena para poner como fondo de ambiente para los que aman jugar Risk.
Turenne1964
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