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Drama
Daniel Larusso llega a Los Ángeles procedente de la costa Este de Estados Unidos dispuesto a hacer nuevos amigos. Sin embargo, se convierte en el blanco de los ataques de los Cobras, un hostil grupo de estudiantes de kárate, cuando comienza a salir con Ali, la antigua novia del cabecilla del grupo. En tal situación, no tiene más remedio que pedirle ayuda a Miyagi, un maestro de artes marciales, para que le enseñe kárate. Bajo la tutela ... [+]
19 de septiembre de 2010
19 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿De qué va?:
Daniel Larusso, un chico delgado y de media hostia que cada vez que llega a un sitio nuevo hace amigos a la media hora y se liga a alguna chica del barrio que a su vez es pretendida por algún malo maloso que junto con sus esbirros quieren machacarle, Daniel Larusso repito llega a Los Angeles con su madre, que siempre se está riendo y no se entera de nada la pobre y siempre deja a Daniel en ridículo. Es entonces cuando conoce al señor Miyagi que es un okinawés (China aquí, Japón aquí, Okinawa aquí), que se dedica a plantar bonsáis (cierra ojo, piensa en árbol, sólo en árbol, borra de cabeza todo lo que no sea árbol, ¿ya?, ahora abre ojo, ¿recuerdas imagen?, coje tijera y haz como en imagen) y en sus ratos libres apaliza a doce cinturones negro de los Cobra kai sin despeinarse. El señor Miyagi ofrece su ayuda a Daniel, que estudia karate por correspondencia (Planeta Agostini creo) de cara al campeonato de karate que se celebrará en el barrio para que pueda enfrentarse a sus enemigos y en unas pocas semanillas de entrenamiento físico y ocular (mira ojo, Danielson, siempre mira ojo) le convierte en la reencarnación de Bruce Lee haciéndole currar más que a un ecuatoriano aprendiz de Manolo y Benito Corporeision.
Crítica:
Primero decir que el señor Miyagi es Dios, es uno de los tíos más carismáticos de la historia del cine, y encima el muy cabrón del Pat Morita (Q.E.P.D) no tenía ni puta idea de artes marciales. Cuando vi la película de pequeño recuerdo que pensaba:«Jo qué tío, apenas necesita moverse, parece lento pero los tira a todos, claro, el secreto está en la mirada, no quita el ojo de encima a nadie y por eso prevé los golpes. Además cuando golpea parece que lo hace sin fuerza pero seguro que es un efecto óptico».
Daniel Larusso, un chico delgado y de media hostia que cada vez que llega a un sitio nuevo hace amigos a la media hora y se liga a alguna chica del barrio que a su vez es pretendida por algún malo maloso que junto con sus esbirros quieren machacarle, Daniel Larusso repito llega a Los Angeles con su madre, que siempre se está riendo y no se entera de nada la pobre y siempre deja a Daniel en ridículo. Es entonces cuando conoce al señor Miyagi que es un okinawés (China aquí, Japón aquí, Okinawa aquí), que se dedica a plantar bonsáis (cierra ojo, piensa en árbol, sólo en árbol, borra de cabeza todo lo que no sea árbol, ¿ya?, ahora abre ojo, ¿recuerdas imagen?, coje tijera y haz como en imagen) y en sus ratos libres apaliza a doce cinturones negro de los Cobra kai sin despeinarse. El señor Miyagi ofrece su ayuda a Daniel, que estudia karate por correspondencia (Planeta Agostini creo) de cara al campeonato de karate que se celebrará en el barrio para que pueda enfrentarse a sus enemigos y en unas pocas semanillas de entrenamiento físico y ocular (mira ojo, Danielson, siempre mira ojo) le convierte en la reencarnación de Bruce Lee haciéndole currar más que a un ecuatoriano aprendiz de Manolo y Benito Corporeision.
Crítica:
Primero decir que el señor Miyagi es Dios, es uno de los tíos más carismáticos de la historia del cine, y encima el muy cabrón del Pat Morita (Q.E.P.D) no tenía ni puta idea de artes marciales. Cuando vi la película de pequeño recuerdo que pensaba:«Jo qué tío, apenas necesita moverse, parece lento pero los tira a todos, claro, el secreto está en la mirada, no quita el ojo de encima a nadie y por eso prevé los golpes. Además cuando golpea parece que lo hace sin fuerza pero seguro que es un efecto óptico».
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Ni efecto óptico ni pollas en vinagre, Pat Morita sabía el mismo karate que yo, es tremendo, me descojono sólo de pensarlo porque el tío nos la coló a todos, me he enterado ayer por casualidad. Yo todo ingenuo de mí pensaba que el bajito era una máquina de matar y resulta que durante toda su vida fue cómico, eso era a lo que se dedicaba y esta película da fe de ello porque si bien al parecer le doblaban en muchos de los planos de las escenas de acción, hay que reconocer que en la faceta interpretativa se sale y deja varios momentos para el recuerdo.
Elizabeth Shue aportaba chicha al asunto, ya que estaba en su época fondona, lo que no le impidió ser la novia consecutivamente de Daniel Larusso y de Marty McFly, los dos mitos adolescentes ochenteros sin discusión del cine norteamericano.
Ralph Macchote por su parte resultaba conmovedor, era fácil empatizar con un jijas como él que se enfrentaba por un lado a la exhuberancia física de una Elizabeth Shue que le sacaba dos cuerpos (impagable la escena en la que hacen las paces, se abrazan y parece que él va a desaparecer engullido por las carnes de su novia) y por otro lado a los Cobra Kay con la sola ayuda de un capataz de obra (que el Miyagi de entrenador nada) y como referencias una valla pintada e ingentes cantidades de cera dada y pulida a la perfección.
Que yo me pregunto, si con ese entreno el jijas quedó campeón, ¿cuantas vallas habrá pintado el Van Damme entonces?.
En cuanto a los rumores de una posible relación homosexual entre Miyagi y Danielson, tengo que decir que si bien es cierto que resulta sospechoso que un viejo le regale a un adolescente un coche y que pasen todo el día juntos con el rollo de los bonsáis y tal, estoy convencido que en el peor de los casos todo se pudo reducir a alguna pajilla sin mariconadas y con pretensiones puramente deportivas, quizá en el montaje final cortaron un poco la escena en la que Miyagi le explica a Danielson para qué ha servido todo el entrenamiento anterior, y es posible que después de los míticos: ¿no has pulido cera?, ¿no has lijado suelo?, ¿no has pintado valla?, continuara un aún más atrevido: ¿no has pelado polla?, ¡pela polla, kia, kia, kia!, que se quedó fuera del montaje final por los puritanismos de siempre. Quizá algún día en el montaje del director veremos a Miyagi y Danielson en alguna escena algo subida de tono pero seguro que de un intimismo sobrecogedor.
Sin duda notable alto, porque la peli me gusta, por la inolvidable borrachera de Pat Morita y por los buenos ratos de antaño.
Elizabeth Shue aportaba chicha al asunto, ya que estaba en su época fondona, lo que no le impidió ser la novia consecutivamente de Daniel Larusso y de Marty McFly, los dos mitos adolescentes ochenteros sin discusión del cine norteamericano.
Ralph Macchote por su parte resultaba conmovedor, era fácil empatizar con un jijas como él que se enfrentaba por un lado a la exhuberancia física de una Elizabeth Shue que le sacaba dos cuerpos (impagable la escena en la que hacen las paces, se abrazan y parece que él va a desaparecer engullido por las carnes de su novia) y por otro lado a los Cobra Kay con la sola ayuda de un capataz de obra (que el Miyagi de entrenador nada) y como referencias una valla pintada e ingentes cantidades de cera dada y pulida a la perfección.
Que yo me pregunto, si con ese entreno el jijas quedó campeón, ¿cuantas vallas habrá pintado el Van Damme entonces?.
En cuanto a los rumores de una posible relación homosexual entre Miyagi y Danielson, tengo que decir que si bien es cierto que resulta sospechoso que un viejo le regale a un adolescente un coche y que pasen todo el día juntos con el rollo de los bonsáis y tal, estoy convencido que en el peor de los casos todo se pudo reducir a alguna pajilla sin mariconadas y con pretensiones puramente deportivas, quizá en el montaje final cortaron un poco la escena en la que Miyagi le explica a Danielson para qué ha servido todo el entrenamiento anterior, y es posible que después de los míticos: ¿no has pulido cera?, ¿no has lijado suelo?, ¿no has pintado valla?, continuara un aún más atrevido: ¿no has pelado polla?, ¡pela polla, kia, kia, kia!, que se quedó fuera del montaje final por los puritanismos de siempre. Quizá algún día en el montaje del director veremos a Miyagi y Danielson en alguna escena algo subida de tono pero seguro que de un intimismo sobrecogedor.
Sin duda notable alto, porque la peli me gusta, por la inolvidable borrachera de Pat Morita y por los buenos ratos de antaño.