Inspirado en la célebre obra de Wilde, ambientado en la Gran Bretaña de los años 60. Un joven de buen aspecto, de rasgos agradables, es pintado por un retratista. Incidentalmente, se desliza en un diálogo que perennemente, la obra mantendrá esos rasgos juveniles pero el protagonista perderá sus facciones deslizándose a una vejez que no embellece sino lo contrario. El retratado se obsesiona con ese detalle y aparentemente, se las compondrá para, a través de un pacto diabólico, conservar su frescura jovial, e incluso retroceder, y paralelamente querrá que el castigo de los años recaiga sobre la pintura. El film retrata el decadentismo de Dorian Gray, cuya belleza genera que jóvenes y viejos, hombres y mujeres, sucumban a sus encantos, lo que insume parte destacada de la filmación. El vive en un ambiente de millonarios, propietarios de yates, que disputan sus favores físicos. En general, parece reflejarse cierto hastío y hedonismo vitales en estos personajes con la vida económicamente asegurada. De todos modos y a pesar de algunos destellos, cierto barroquismo dialógico, no por el tono sino por su larga presencia en demérito de una mayor acción, el film no logra cautivar sino que resulta algo anodino, naturalmente, en mi criterio. 5,7-