En cierto modo mi crítica se basa en los mismos parámetros que la de Kingo. "Mi vecino Totoro" es una gran obra infantil y eso no hay quien se lo quite. Y por eso no me ha encandilado como Chihiro y Mononoke.

Ojo, que con ello no sólo no estoy aireando un aspecto negativo, sino incluso alabando su virtud de mantener hasta el mismo final ese tono. El 10 no es por otra cosa que por su admirable capacidad de emocionar y hacer soñar al público al que va dirigido. Con diez años menos me habría resultado inolvidable, ahora mismo sólo puedo decir de ella que es una película excelentemente realizada (y no es poco).

Tal vez el mayor acierto de Totoro (sin ensombrecer otros muchos) sea, como ya es costumbre en las obras del estudio Ghibli, la caracterización de las niñas, ambas rebosantes de naturalidad. Sobre todo Mei. No le importa parecer tontita, ni melosa, ni llorona, ni avispada. No le importa porque es un personaje real, con el que cualquier niño puede identificarse o al menos observar como algo cercano.
Y Satsuki no se queda atrás. El muy meritorio juego a dos bandas entre los momentos en los que se deja llevar por el jugueteo con su hermanita y cuando saca la vena maternal es, sencillamente, perfecto.
¿Para qué sirve esto? Muy fácil. Cuando un niño o una niña ven una película de animación en la que los personajes están más hiperbolizados, pueden soñar que se convierte en el personaje X y vive tales aventuras. Sin embargo, lo que les transmite "Mi vecino Totoro" es que YA son Mei o Satsuki, por lo que sólo les queda soñar con tener su suerte y encontrarse algún día con Totoro montado en el adorable Gatobús.

La historia es sencillita, y no tiene complicaciones. Ése es el punto en el que ha fallado mi visionado. Tal vez esperaba un guiño al público adulto que no se ha producido. Mi fallo fue esperar un Chihiro de esto. Por eso, a quien vaya a verla por primera vez, le recomiendo que se enfrente a ella como lo que es: una película enteramente infantil. Sólo así la podrá disfrutar en su plenitud (aunque no tanto como de crío). Porque Totoro es adorable, el bichejo más molón que se ha sacado Miyazaki de la manga.

Y, por supuesto, la animación. Qué grandioso trabajo artesanal. Qué bien transmite el misterio de un camino a través del bosque, la apacibilidad de un campo idílico, la ilusión por estrenar una casa que se cae a trozos. Qué perfeccionados están los gestos de los personajes. Aunque, si me tengo que quedar con una escena concreta entre todas, sin duda me quedo con