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España España · Oviedo
Voto de babayu:
6
Comedia Leandro, un viudo de sesenta y cinco años, vive alternativamente en casa de su hija y de su hijo, ambos casados. Dadas sus circunstancias, tiende a creer que padece todo tipo de enfermedades, por lo que ingresa en un sanatorio. Elena, una solterona llena de manías que vive con una hermana y una sobrina, es también una hipocondríaca que acaba en el hospital. Cuando ambos se conocen, se sienten atraídos y empiezan a verse a escondidas, ... [+]
1 de agosto de 2010
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La séptima de las diez colaboraciones que legaron a la historia del cine español el tándem Pedro Lazaga-Paco Martínez Soria no ofrece nada nuevo, pero mantiene ese cierto toque de extravagancia atemporal en una época en la que nuestra cinematografía oscilaba entre hacerse "adulta" (en el mismo 1973 Erice, Saura y Berlanga estrenarían, respectivamente, El espíritu de la colmena, La prima Angélica y Tamaño natural), navegar entre las turbulentas aguas de la censura, con las primeras muestras del cine de destape, y asustar al personal con ese psicotrópico terror patrio protagonizado por Jacinto Molina, mucho más conocido como Paul Naschy, capaz de protagonizar diez pelis en ese bendito 73.
En medio de todo este contexto, Paco y Pedro apostaron por ofrecer un producto de humor blanquísimo, que fluye con la marea y que resulta profundamente sincero, tal vez huérfano de un talento más provocador, pero agradable a la digestión, lo mismo en su tiempo que casi cuatro décadas después. Adaptando la obra de teatro de Alfonso Paso, que se permite un pequeñito papel, la trama no pasa de mostrarnos un romance otoñal, naïf en sus manifestaciones, que se contempla con la simpatía que dedicamos a un objeto kitsch no demasiado molesto a la vista. El genio de Tarazona está en su papel, bordándolo, como siempre, acompañado en esta ocasión por una eficaz Isabel Garcés y unos familiares Pepe Sacristán, Elvira Quintillá, Manolo Zarzo, etc., que configuran ese clan de herederos a los que las andanzas amorosas de sus viejos tienen en un sinvivir.
Todo esto, guionizado por otros clásicos como Mariano Ozores y Vicente Coello, permite que la hora y media empleada transcurra apaciblemente, incluso uno puede permitirse sonreír de vez en cuando, sin tener que avorgonzarse por ello, buscarse otros placeres como la "arqueología estética", y reflexionar sobre cómo era posible que en los setenta la gente llevara esas ropas, condujera esos coches o deambulara por unas casas tan sospechosamente decoradas.
babayu
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