19 de diciembre de 2023
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Algunos dirán, con razón: "ni chicha ni limoná"; y es que da la sensación, la cinta de Jean-Marc Vallée (que por cuanto al físico se refiere parece el hermano de Sam Mendes), de pasar de puntillas por sobre todo. Que se habla de la inconmensurable historia de amor entre la reina y su consorte... nada: uno sólo ve, en pantalla, a la mujer del afortunado John Krasinski y al señor Wickham, de Orgullo y prejuicio. Que se habla de la fastuosa ambientación... lógico: buena parte del metraje es una sucesión de escenas rodadas en salas y estancias palaciegas, cuando no son, directamente, vistas del Palacio de Buckingham o la Abadía de Westminster. Que la música es espléndida... como para no serlo: es de Donizetti, de Bellini o de Handel. Que el plano actoral está brillante... pues tampoco: la rubia protagonista se parece a su personaje como un huevo a una castaña y algunos de los más insignes, como Jim Broadbent o Harriet Walter, matrimonio real, simulan hacerlo al trantrán: borracho él, dama larga ella.
Ni mala ni en exceso buena, LA REINA VICTORIA. Una reina Victoria que da nombre a una de las más atractivas épocas desde que el mundo es mundo y que está interpretada por una de las actrices más atractivas de todas las épocas. La Blunt, que más o menos rima con Abdul.
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