Melanie está por cumplir 30 y está prometida con un hombre que nunca está. Ray es un cincuentón que tiene un trabajo extraño que no termina de conocer y regresa a su casa tras muchos años sin querer saber de su familia, para la muerte de su hermano. Las cosas no le salen bien a Ray, no funcionan a su alrededor: un control remoto, el botón del baño, un saquito de té. Pero aparece Melanie en su vida, que está tan perdida como él. Dos solitarios y extraños que se encuentran el uno al otro, cada uno con sus crisis de edad: ella no sabe qué quiere, qué es lo que le gusta y se siente una marginada de la familia; él carga con la culpa de una muerte que lo alejó de su familia. Un film hermoso y honesto, con diálogos hermosos que fluyen naturalmente. Dos actuaciones increíbles, ella sostiene larguísimos planos sin corte y él es la primera vez que actúa en cine, todo un descubrimiento. Con una banda sonora de otro mundo y una tipografía (y algún que otro plano) que recuerda a Wes Anderson, el film también tiene de Sofia Coppola algo más que la premisa de un hombre mayor que conoce a una joven muchacha y están perdidos no en Tokyo, e incluso algo de Before Sunset. Filmada de una manera hermosa, aún mejor musicalizada pero sobre todo contada, con un guión al que nada le sobra y nada le falta, Everyone’s going to die se convirtió en mi película preferida de las que vi durante el festival, y es una que difícilmente logre sacarme de la cabeza en mucho tiempo. Todos nos vamos a morir en algún momento, pero el film no pretende ser una mirada oscura sobre la vida y su incierto final, todo lo contrario, es sobre encontrar aquello que nos motive a seguir adelante, ya sea a los 30 o a los 50.

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