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Voto de Una_de_ellos:
5
16 de agosto de 2009
16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué década tan prolífera para el cine los 70. Grandes títulos quedarían para el recuerdo marcando la historia para siempre. "El Padrino", "Tiburón", "La naranja mecánica", "El golpe", "Alien", "Taxi driver", "Chinatown"... son sólo algunos de los éxitos que se cosecharon por aquel entonces. Y no sólo fueron tiempos de gloria para la industria cinematográfica, la música también había vivido uno de los grandes hitos del siglo XIX: Woodstock, festival del que en estos días se celebra el 40 aniversario, donde miles de personas bajo el lema de paz y amor reivindicaban un absoluto rechazo por la guerra de Vietnam al ritmo de Jimmy Hendrix, Santana y Jefferson Airplane, entre muchísimos otros. ¿No se les expande el alma ante esta revolución cultural?
Mientras tanto, en España, la situación era un pelín diferente. Aquí se cocían títulos de la talla de "No es bueno que el hombre esté solo", "Adulterio a la española", "La descarriada", "Unos granujas decentes"... y entre ellos "En un lugar de la manga".
Hagamos un paréntesis y remontémonos a los 90, época de mi tierna y triste infancia, donde servidora suspiraba por los huesos de Manolo Escobar al son de una vieja cinta de cassette mientras cocinaba bajo un gran álamo sopa de barro, ramas y hojas en un cubito de playa. Qué ingenuos son los niños, ¿no les parece? A esa edad, este varonil individuo de negro y espeso pelaje, grandes entradas y pantalones sobaqueros era lo que se podía considerar como un hombre "de los de verdad". Aquella historia de amor platónico entre Manolo y yo duró lo que el verano en extinguirse y la cinta en rayarse. Guardaba esta imbécil anécdota para el momento propicio, ya fuese una tarde tonta o un momento de borrachera entre amigos, exactamente como éste, y, si cuento esto, es porque a pesar de que el príncipe azul se me volviese rana, no puedo evitar guardarle un nostálgico cariño.
Mientras tanto, en España, la situación era un pelín diferente. Aquí se cocían títulos de la talla de "No es bueno que el hombre esté solo", "Adulterio a la española", "La descarriada", "Unos granujas decentes"... y entre ellos "En un lugar de la manga".
Hagamos un paréntesis y remontémonos a los 90, época de mi tierna y triste infancia, donde servidora suspiraba por los huesos de Manolo Escobar al son de una vieja cinta de cassette mientras cocinaba bajo un gran álamo sopa de barro, ramas y hojas en un cubito de playa. Qué ingenuos son los niños, ¿no les parece? A esa edad, este varonil individuo de negro y espeso pelaje, grandes entradas y pantalones sobaqueros era lo que se podía considerar como un hombre "de los de verdad". Aquella historia de amor platónico entre Manolo y yo duró lo que el verano en extinguirse y la cinta en rayarse. Guardaba esta imbécil anécdota para el momento propicio, ya fuese una tarde tonta o un momento de borrachera entre amigos, exactamente como éste, y, si cuento esto, es porque a pesar de que el príncipe azul se me volviese rana, no puedo evitar guardarle un nostálgico cariño.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Volviendo a la realidad, "En un lugar de la manga" es una película a la que le sobra patriotismo y tradicionalismo y le falta todo lo demás. Es decir, que más que una película es un ejercicio de declaración de principios, entre los que se exaltan el machismo, el ansia de poder sobre el terreno, el costumbrismo y todo lo español, encubierta, como no podía ser de otra forma, por un guión simple, folklore y mucha carne, lo que venía siendo el reclamo del público del momento. Cada personaje asume su papel como viene siendo el hábito: Manolo Escobar es el galán del pico de oro (entonando turbadoras canciones como "A la lima y al limón", "Viva el sol de España" o "Moderno, pero español", entre otras - tengan la amabilidad de escuchar la letra de alguna de ellas para hacerse una idea-); Conchita Velasco es la estampa de mujer florero, encantadora, pero que lo más interesante que hace en toda la película es lucir palmito (todavía nuestros mayores la recuerdan por sus piernas); José Luis López Vázquez en el rol de empresario ricachón que todo puede comprarlo con dinero, incluidas las suecas más exuberantes; y Gracita Morales, que por ser físicamente menos agraciada le tocó el papel de la solterona.
Poco más que alguna débil erección podrán obtener de este film de catetos, que como tantos otros está sacando a flote, para desgracia de la humanidad, Cine de Barrio. Recomendable sólo para los nacidos antes de los 60, y, a los que no la hayan visto aún... ¡a Dios gracias!
Por cierto, como mera curiosidad me complace añadir que gracias a esta película comprendí el significado de la canción "Mi carro", y es que la finca que le quieren birlar al prota se llama "El carro". Más vale tarde que nunca.
Poco más que alguna débil erección podrán obtener de este film de catetos, que como tantos otros está sacando a flote, para desgracia de la humanidad, Cine de Barrio. Recomendable sólo para los nacidos antes de los 60, y, a los que no la hayan visto aún... ¡a Dios gracias!
Por cierto, como mera curiosidad me complace añadir que gracias a esta película comprendí el significado de la canción "Mi carro", y es que la finca que le quieren birlar al prota se llama "El carro". Más vale tarde que nunca.