El bar universitario del amable DeVito es el único lugar donde el antaño poderoso Douglas encuentra empleo. Su última pareja, despechada, le ha jodido vivo, no le cogen en ningún lugar de lo que trabajó durante toda su vida, esto es, vender coches. Preparan desayunos codo a codo. Dialogan.
- ¿Cómo puedes trabajar aquí con tantas distracciones?
- Miro y vuelvo a lo que estaba haciendo.
- ¿Cuánto tiempo llevas casado?
- Treinta y cuatro años van a ser en abril.
- ¿Y nunca has llevado a uno de estos bombones a un picnic?
- ¡Estoy casado con Annie!
- Eso ya lo sé, ¿pero nunca, ni una vez?
- Tampoco las chicas se me echan encima. Miran la economía, saben que cincuenta y ocho mil al año no dan para una mierda. Buscan a un guaperas con su edad o a algún imbécil con dinero. No te ofendas.
- ¿Por qué iba a ofenderme?
-¿Quieres que te diga por qué me dan igual? Mi padre cuando me dejó este negocio me dijo, "soñaba con las chicas que venían todas las noches, luego cuando se gradúan las seguía viendo en reuniones de antiguos alumnos, ocupaban las mismas mesas, comían lo mismo, pero al mirarlas comprendía que no serían así eternamente. Ninguna. Van ganando años, kilos y arrugas." Ya tengo a una así en casa y con ella puedo hablar de mis cosas. La conozco y siempre la conoceré.

Dosis de realidad.

También me ha gustado la escena que viene prácticamente después, en la que Douglas se reencuentra con Poots. Salen del bar. Douglas, que va ataviado con un faldón de cocina, mantiene un porte serio y grave, propio de caballeros apuestos. El contraste hace que me cueste mantener la risa.
-Tenía que salir de la ciudad, Jimmy me ofreció un trabajo y por eso estoy aquí.
-¿Es lo mejor que has podido conseguir?
-Es un trabajo.
-Seguro que has tenido otras opciones.
-Tu madre se ha encargado de cerrarme todas las puertas.
-Estarás cabreado conmigo.
-En realidad no, aprovechaste tu oportunidad. Le querías dar un golpe bajo a tu madre y lo hiciste. Fui yo el que quiso jugar con fuego.
-¿Entonces estás bien?
-La vida es así.