Las cosas que se le ocurrían a Shakespeare. Se ve que le encantaba eso de que la gente hiciese mucho, mucho teatro, y así los personajes de sus obras no paran de hacer charadas y falsear la realidad para salirse con la suya. «Mucho ruido y pocas nueces» es una comedia que ahora llaman de enredos donde la gente se disfraza, engaña, finge lo que no es y monta un teatro dentro de otro teatro, como si todos fuésemos en realidad personajes encima de un escenario.

La película es muy ágil y tiene un emplazamiento soleado, alegre y bucólico, con todas las mujeres vestidas de blanco y los trajes militares en beige. Por cierto: traje militar de lo más atractivo, en especial si lo lleva Keanu Reeves, quien, como es el más guapo, tiene que hacer de villano, cómo no. Su personaje no me ha gustado, pero me quedo con su momento masaje en las catacumbas del palacio y sus carcajadas en versión original. Estremecedor.

«Mucho ruido y pocas nueces» viene a contarnos dos historias de amor que tendrán que superar distintos obstáculos, tanto externos como internos. Shakespeare ha pasado a la historia de la Literatura precisamente por su agudeza para describir al ser humano, y aquí nos encontramos con un espléndido crisol de personajes y comportamientos absolutamente certeros. El orgullo, el «te quiero porque me quieres», el «donde dije digo, digo Diego», los celos, la envidia, el dolor, la venganza. No llegará la sangre al río, no llegará, no, pero en serio que yo hubiera propuesto a la preciosa Hero (Kate Beckinsale) que al señor Claudio (Robert Sean Leonard) le mandara a paseo. Directamente.

Por lo demás, destacar las briosas y teatrales (es un halago, desde luego) interpretaciones a cargo de Emma Thompson, Denzel Washington (se ve que los españoles somos negros... ) y Kenneth Branagh como tiburones escénicos que forman un trío digno de un largo aplauso.

Amable y optimista. Una bocanada de aire fresco, y a ser posible de la Toscana italiana. Idílica.