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España España · Málaga
Voto de Kaori:
6
Drama Eddie Felson (Newman) es un joven arrogante y amoral que frecuenta con éxito las salas de billar. Decidido a ser proclamado el mejor, busca al Gordo de Minnesota (Gleason), un legendario campeón de billar. Cuando, por fin, consigue enfrentarse con él, su falta de seguridad le hace fracasar. El amor de una solitaria mujer (Laurie) podría ayudarlo a abandonar esa clase de vida, pero Eddie no descansará hasta vencer al campeón sin ... [+]
4 de marzo de 2016
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo un referente cinematográfico, «El buscavidas» despierta pasiones. La pasión me la despierta a mí Paul Newman por obvias razones en las que no ahondaré para no aburrir al personal.

Una dirección fuerte de Robert Rossen que utiliza las elipsis de una manera espectacular y una fotografía blanca y negra que embellece todo lo que nos está contando la historia son dos de sus elementos destacables, a los que habría que añadir las interpretaciones masculinas, la de Newman y la de George C. Scott. Esta vez quiero resaltar al fenómenos Scott, quizá nunca lo bastante reivindicado. Este actor era, y está aquí, absolutamente genial. Cara a cara con Newman desprendiendo esa naturalidad que tanto echo en falta en los actores modernos y con un dominio escénico apabullante. Bestial.

Precisamente su personaje de Bert Gordon es quien da pie a una serie de interpretaciones de la historia que no comparto en absoluto. ¿Por qué tanto odio a este Bert? Se le tacha de villano por la simple y llana razón de que dice la verdad. Eso de decir la verdad equivale en nuestros días a no ser buena persona y tal parece que lo correcto, lo adecuado, es callarse y mentir para que todos vivamos en nuestro propio mundo ideal y falso. Tanto Eddie como Sarah (Piper Laurie) viven en un mundo cerrado y degradante que les proporciona una falsa felicidad, una mentira compartida en la que ninguno está satisfecho, hasta que llega Bert con su sabiduría y les dice a la cara la verdad que les duele pero a la vez les despierta.

Que Eddie fracasa pese a su talento porque no tiene templanza ni autocontrol, en definitiva madurez, es una verdad incontestable. Que Eddie mantiene con Sarah una relación afectiva enferma condenada a la extinción por el bien de ambos, es una verdad tan dura como certera. De hecho, es imposible que se pretenda tomar como válida la dicotomía que la película plantea erróneamente entre el billar como algo negativo y el amor de Sarah como la salida positiva. La relación amorosa de «El buscavidas» está viciada desde el principio y el desequilibrio emocional de Sarah es una bomba de relojería que nada tiene que ver con Bert, Eddie o los billares. Si esa era la idea, retratar la destrucción que la ambición produce en las personas, primero debería haber sido todo mucho más sucio de lo que es y, segundo, Sarah debería haber sido una chica normal y corriente que en contacto con esa forma de vida de su pareja acaba arruinada. Entonces sí que la historia cobraría un esclarecedor dramatismo.

De esta manera, lo que se supone que es un retrato de la derrota, que sinceramente no se ve por ninguna parte teniendo en cuenta que Eddie sí gana, se delata en realidad como el relato de una evolución personal de un hombre inmaduro en un mundo, el del juego y las apuestas, que puede ser tan beneficioso como dañino si no tienes el carácter necesario. Nunca nos parecerá tan hermoso el billar como cuando Eddie describe sus sensaciones al jugar y tener el taco entre las manos: madera con nervios y brazos convertidos en alas.

¿Y de verdad queremos que Eddie abandone su pasión? Que ni se le ocurra.
Kaori
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