Voy a ser muy breve en esta crítica porque aquí lo más importante es esto: los actores.

Solo dos, además, en una película de hora y media. Con estructura de obra de teatro, Mario Camus se vale de Alberto Closas y José Luis López Vázquez para una entrañable fábula sobre el deber y el amor. Puede que en la vida las cosas no salgan así de bien, ni que las novias lleguen caídas del cielo, pero por qué no ser un poco optimista y dejarse de amarguras, que en la peli ya hay bastantes: esa pensión a la que va Santiago para pedir una nodriza transmite una sensación de humillación y degradación tremendas. El problema de «La visita que no tocó el timbre» es que debería haber durando una hora y no tratar de alargar un conflicto que en realidad es inexistente.

Ahora bien, los intérpretes son de otra categoría. De otra España en la que actuar era vivir. Atención a ese momento en el que el Juan de López Vázquez se está vistiendo y al ponerse el jersey abre el cuello del abrigo todo lo que puede para no despeinarse al metérselo por la cabeza. Esto es un detallazo que no solo nos indica el alto nivel de los actores, sino que es una maravillosa forma de decirnos cómo es el personaje: un hombre apocado, dependiente de su hermano, enmadrado, poco ducho en cuestiones femeninas y muy inocente. Y José Luis López Vázquez nos lo dice, nos lo cuenta, en una sola escena. La secuencia del baño del bebé es también para enmarcarla, o la de la llamada telefónica al médico a dos bandas entre Closas y él, entre Santiago y Juan. Esto simplemente hay que verlo y estudiarlo para comprender algunas cosas.

Lo he dicho y me reitero: como estos actores, tardarán en salir años. No os olvidamos, genios.

Que por cierto, podríamos estar (¿quién sabe si de hecho no lo es...?) ante la primera pareja gay del cine español. ¿A que ahora la ves de otra forma...?