Pero, ¿qué le ha pasado a Cameron Díaz? De ser bellísima ha pasado a ser normalita. Lo siento por quienes les guste, pero hay que reconocer que hay un abismo entre esta Tina de «La máscara» y sus posteriores trabajos. Aquí está hecha un monumento.

Y Jim Carrey está divertidísimo. Este chico sí que tiene realmente dos caras: tan pronto se pone la careta de payaso, como la de hombre serio. Es capaz de hacerlo hasta en la misma película. Sus tan famosas muecas aquí son imprescindibles, ideales para una máscara verde que saca a flote tus más íntimos instintos. Cuidado, dice la moraleja final: mejor ser tú mismo; a lo mejor hasta resulta que no eres tan simple como creías.

Los números musicales me han encantado, fíjate tú por dónde. Además, es todo tan disparatado y Carrey es tan humorístico, que tienes que reírte por fuerza. ¡Ah!, y ese perro, Milo, merece otro monumento. Que grande. La historia en sí, pues prácticamente es una excusa para las tonterías de la Máscara, pero funciona igualmente como puro y llano entretenimiento.

Muy amena, la verdad, y muy simpática. Eso sí: lo que les pasa a los del taller es una barbaridad.