De las curiosidades que tiene esta película es que aparezcan tres de nuestros actores más famosos dando sus primeros pasos: Tony Leblanc, Francisco Rabal y Sara Montiel. Atención a la belleza incomparable de la Montiel, sin duda una de las actrices más bellas que el cine ha dado. De Paco Rabal ya me habréis leído toda clase de halagos, así que no voy a repetirme.

Andaba el año cuarenta y ocho cuando se estrenó la película y es probable que ya la sociedad española no tuviera la cabeza en asuntos bélicos ni sacrificios patrióticos. Tocaba, después de una guerra civil y una mundial, mirar hacia otra parte. Dicen que la dictadura aletargaba a las masas con pan y circo o, lo que es lo mismo, con fútbol, toros y entretenimientos, pero ¿acaso no es lo que toca tras más de una década de destrucción, hambre y muerte? Pretender vivir en una constante batalla quedará muy bonito en el plano ideológico y político, quizá, pero nuestros antepasados (o tú y yo si conociéramos esa realidad) seguramente buscaban solo la paz de la vida cotidiana, de las diversiones que endulzaran la vida.

En ese contexto surge esta película. «Alhucemas» tiene incluso una factura que parece retrasada, y no se da cuenta de que debería haber sido una película histórica y no patriótica. Nunca se hará, porque no interesa, pero el desembarco de Alhucemas como hazaña bélica, con un protagonista que sería crucial en nuestra historia como Francisco Franco y como punto de inflexión en las tácticas de guerra, merecería una película que nos contara aquel acontecimiento con fidelidad y sin prejuicios.

Esta otra parece que puede dar de sí para luego caer en más de lo mismo.