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Voto de Jark Prongo:
5
Terror. Comedia Un director de peliculas gore sufre violentas pesadillas en las que ve sus escenas más sangrientas, y se pone en manos de un psiquiatra bastante siniestro... (FILMAFFINITY)
15 de julio de 2010
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre aminjos, y sin vergüenza. Así fue hecha esta película, de las últimas de Fulci. Si a la hora de reunir al equipo de producción no faltaron ni familiares de Umberto Lenzi y el propio Lucio, en la sala de montaje no le dolieron prendas en meter casi un 50 % de metraje hecho para pelis de otros colegas, sobre todo en lo que a escenas sangrientas respecta. La sinopsis es ésta, matiz arriba matiz abajo: a Fulci se le pira la mocha cosa mala por culpa de tanta sangre y tanta teturcia, por lo que va a un psiquiatra que, lejos de ayudarle, lía aun más la cosa, puesto que le da por matar a mucha gente (indoors y outdoors) con un chándal con capucha feísimo, e intenta cargar el muerto al bonachón de Lucio, mesmerización previa mediante. Y pasan cosas, casi todas de índole sangrienta y erótica, como en las teles locales de vuestras pedanías.

Con tan necio sustento argumental, Fulci se marca un primer tercio sobresaliente, donde hace repaso de toda su carrera fantástica, a veces en plan reflexivo y otras en plan autoparódico. Revelador es el plano que abre el film, plano cenital que va cayendo sobre la testa alopécica de este titán, el cual se encuentra elucubrando en alto diferentes formas para acabar con la vida de varias féminas (guiño a la repulsa que produce su obra en toda mujer corta de miras, especialmente desde El Descuartizador de Nueva York, que le granjeó el titulo de mayor misógino de la historia del cine), y termina con un inserto de un gato devorando el cerebro de Fulci. Ele, ni los títulos siquiera y ya nos ha dado uno de sus hostiones visuales. Y no queda ahí, pues después hay un momento metaimpagable, donde aparece el mismo Fulci quejándose de una secuencia filmada por su yo en la ficción (él mismo, vaya) en la que se ve una de sus clásicas ablaciones visuales, la agresión al ojo filmado simultaneada con la agresión al ojo del espectador marca de la casa; antes de esto había amenazado varias veces al público con una motosierra, como en el magnífico plano inicial de Nueva York Bajo el Terror de los Zombies, sólo que en esta última apuntaba con un pistolón a los espectadores. Lo dicho, gigantesco.

Lástima que después abandone este juego posmoderno para ir filmándose a sí mismo entre insertos gores sacados de otros metrajes, convirtiendo todo en un thriller torpón salpimentado de decapitaciones (hay más que en Trauma, de Argento, que ya es decir) y tetas de pezones generosos cual María Fontaneda. Que está muy bien, claro que sí, pero lo que para un fan es simpático (Fulci andando cual león marino fuera del agua, cagándose cuescos entre zancada y zancada), para el espectador medio es una gilipollez. Mediterránea, pero una gilipollez.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jark Prongo
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