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Voto de Jark Prongo:
8
Drama Para evitar la corrupción y la inmoralidad del mundo de los negocios, Stefano piensa entrar en un seminario, pero su padre, contrario a esa decisión, lo convence para hacer un crucero. En el barco, el chico conoce a Adriana, una chica arribista y calculadora que, presionada por el padre de Stefano, consigue hacerle cambiar de idea. Abandona. Empieza entonces a trabajar con su padre. (FILMAFFINITY)
11 de julio de 2012
20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si mirar el papel higiénico después de obrar está feo, no os quiero contar lo que puede ser hablar de una película comenzando por su excelso final. Si bien no eran pocas las películas italianas de la época con ¨finales jodevidas¨ (por lo pronto se me ocurren El Eclipse, Yo La Conocía Bien, El Éxito, Los Años Rugientes y Dillinger Ha Muerto), lo de la Corrupción es algo extremo en términos de coherencia, de perfección discursiva, de belleza formal, de calidad técnica y de sincera crueldad -como única vía- para con el personaje que ocupa la narración. Stefano (un Jacques Perrin que ya destacase en La Muchacha Con la Maleta y cumpliese de sobra en La Busca, experto sobrado en poner cara de avinagrado a causa de la procesión que lleva por dentro) se retuerce lleno del dolor más jodido que existe -el dolor mental- en el coche de la Schiaffino mientras asiste a la representación en forma de baile -perfectamente fotografiado por Leonida Barboni y mejor editado por Nino Baragli, con el maravillosos sustento musical de Giovanni Fusco- de una certeza terrible: todo está corrupto, o sea, que todo ¨lo puro¨ ha sido alienado y viciado y tiene por dicha razón su estructura alterada. No lo corpóreo, que también, sino lo esencial (la personalidad, su sentido de la moral, su individualidad). Puta mierda, vaya.

Para llegar a esa ruptura doble (la del personaje y la que nos hace sufrir Bolognini como espectadores, el muy cabrón) asistimos a una serie de circunstancias en la vida del adolescente Stefano que darán plena lógica a dicho momento de epifanía para lo malo. Él quiere consagrar su vida al ejercicio del Ministerio de la Fé (no sabemos si por pura rebeldía propia de la edad o por devoción insensata), cosa que su adinerado progenitor trata de impedir con maniobras que evidencian qué clase de tipo es (dispone de su propia amante para que intente seducir al joven... cosa que sucede, claro, pues la Schiaffino está rebuena y con 17 años uno se penca hasta a su propia bisabuela sin pensar en las consecuencias), y esto no hace más que alejar al muchacho del déspota de su viejo, del cual ya renegaba bastante por haber sido testigo de cómo se suicidaba un asalariado de padre a causa de lo que hoy denominariamos ¨prácticas empresariales neoliberales¨.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jark Prongo
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