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Voto de Jark Prongo:
7
6,2
160
6 de agosto de 2012
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en los asesinatos de Peter Kürten, al igual que la seminal a varios niveles M (Fritz Lang), el actor-director Robert Hossein sigue otra senda bien distinta de la trazada por el alemán en 1931 para mostrarnos las acciones del famoso asesino. Y acierta de pleno con todas las licencias que se toma -las cuales alejan al Peter Kürten fílmico del real hasta solo compartir época, geografía, recuento final de cadáveres y sentencia judicial-, eludiendo con ello la fácil vía de hacer un remake a toro pasado y así, de paso, quedar como un merluzo denunciando lustros después del alzamiento del Partido Nacionalsocialista todo aquello que se denomina, en tótum revolotum y de forma alegre, ¨el huevo de la serpiente¨. Porque, obviamente, eso es valiente en 1931 y en Alemania, no en la Francia de la década de los 60.
En esta coproducción franco-española (son reconocibles algunas zonas de ¨El Madrid De Los Austrias¨ que se hacen pasar por vías germanas) Robert Hossein decide, con dos cojones, buscar unas motivaciones en el comportamiento del asesino, definiendo estas no con torpes diálogos durante la pertinente investigación policial que evidencien que al matarife le pegaban y violaban de pequeño -ese clásico cliché ya más propio de telefilm que otra cosa- o cualquier otra sencilla argucia de guión trillada (y trilera). No. Aquí Hossein, que para más empaque decide interpretar él mismo al asesino, se convierte en un hombre como usted o como yo, o sea, con una vida anodina, con clara tendencia al desempleo y a la vida disoluta, con un entorno con ninguna perspectiva de futuro y, sobre todo, con un historial de rechazos femeninos que supera claramente los 2 dígitos en cada avanzadilla nocturna en busca de moza para cubrir. Un TODAS PUTAS tal cual, a voz en grito, solo que en vez de volver a casa con un párpado caído y hacerse la paja de la derrota, el asesino ejerce de juez y verdugo ante lo que considera el yugo de la mujer. ¨Ah, ¿que no me das un benchi? Pues te mato¨. Ole.
En esta coproducción franco-española (son reconocibles algunas zonas de ¨El Madrid De Los Austrias¨ que se hacen pasar por vías germanas) Robert Hossein decide, con dos cojones, buscar unas motivaciones en el comportamiento del asesino, definiendo estas no con torpes diálogos durante la pertinente investigación policial que evidencien que al matarife le pegaban y violaban de pequeño -ese clásico cliché ya más propio de telefilm que otra cosa- o cualquier otra sencilla argucia de guión trillada (y trilera). No. Aquí Hossein, que para más empaque decide interpretar él mismo al asesino, se convierte en un hombre como usted o como yo, o sea, con una vida anodina, con clara tendencia al desempleo y a la vida disoluta, con un entorno con ninguna perspectiva de futuro y, sobre todo, con un historial de rechazos femeninos que supera claramente los 2 dígitos en cada avanzadilla nocturna en busca de moza para cubrir. Un TODAS PUTAS tal cual, a voz en grito, solo que en vez de volver a casa con un párpado caído y hacerse la paja de la derrota, el asesino ejerce de juez y verdugo ante lo que considera el yugo de la mujer. ¨Ah, ¿que no me das un benchi? Pues te mato¨. Ole.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Hossein no obvia por completo el contexto social de la Alemania de 1930, he mentido, pero no tiene tanta importancia como en la peli de Lang; el clima está enrarecido, mucho, se mezcla el libertinaje de salas de fiesta con conatos de violencia -quema de libros, palizas espontáneas en las calles- que nunca terminan de estallar y que están ahí, sin más, como elementos circunstanciales que cada espectador dirá si cree sirven para determinar el comportamiento del asesino o no. Su interpretación, cimentada en un modo de andar raro de cojones (pasos muy cortos y rápidos con el abdomen rígido) y una torpeza social más que creíble, se antoja perfecta, así como cada una de las secuencias que filma para narrar el acoso y derribo a las víctimas. Aquí cobra mucha importancia el fantástico uso que hace de la arquitectura urbana y cómo dispone la cámara, aguantando largas persecuciones cuasi expresionistas que resultan verdaderamente inquietantes por el modo ya comentado de andar de Hossein y la tendencia de las perseguidas por no salir huyendo -parece no pocas veces el tramo final de una carrera de marcha, donde nadie acelera el paso demasiado por miedo a ser descalificado-. Delicioso.
Y además, el tío mete un homenaje a la sublime El Cebo con el falso culpable y se distancia de la original de Lang con un guiño pleno de humor negro y mala hostia: el asesino entra acompañado de una niña a una casa y, cuando creemos que sucederá lo mismo que en M, se despide de esta para subir un par de pisos más y llamar a casa de una inminente víctima ya adulta. Muy grande.
Y además, el tío mete un homenaje a la sublime El Cebo con el falso culpable y se distancia de la original de Lang con un guiño pleno de humor negro y mala hostia: el asesino entra acompañado de una niña a una casa y, cuando creemos que sucederá lo mismo que en M, se despide de esta para subir un par de pisos más y llamar a casa de una inminente víctima ya adulta. Muy grande.