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Voto de Jark Prongo:
8
6,5
219
Drama
Stan, el padre de Van, es un apasionado del vídeo; se pasa la vida grabando escenas de la vida diaria de su familia. Sin embargo, tiene a su madre en una residencia, a pesar de que podría perfectamente tenerla en casa. A Van, que visita a menudo a su abuela, no le gusta que viva en esas condiciones. En la residencia conoce a Aline, una joven que intentará ayudarlo a sacarla de allí. Lo que ocurre es que Van, que ha sido abandonado por ... [+]
26 de mayo de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En La Vida En Video pocos son los planos que no contienen un encuadre en su interior, un encuadre a través de una pantalla televisiva. Y cuando no es así la imagen aparece con grano, denotando que aunque no se esté viendo el aparato sin duda se trata de otra grabación. Que esas imágenes representen la psique de los personajes de la película o que supongan un intrincado juego meta-reflexivo con estructura de muñeca rusa sobre la imagen televisiva, una fenomenología de la cuestión en sí, queda a la libre interpretación del espectador. Lo que sí que queda claro es que aquí se inicia esa obsesión de Atom con el sexo no convencional, el sexo Exuperancia Rapú, por llamarlo de alguna manera: Van, el dieciochonero protagonista, está inmiscuido en una relación incestuosa con su madrastra (algo que Egoyan muestra de forma sutil y ambigua respecto a los parámetros habituales a la hora de tratar estos temas en el cine, en la línea de la relación también incestuosa y pederasta –aunque en apariencia consentida- del padre de Sarah Polley en El Dulce Porvenir); a su vez, el padre del muchacho sólo parece ser capaz de mantener relaciones sexuales si se está grabando en vídeo, y llega a un extremo que ni siquiera eso le basta, ha de mediar también la voz de una chica de teléfono erótico la cual cuando dice que se toca tal parte de su cuerpo o se desprende de tal otra de su atuendo está dando una orden indirecta a la madrasta de Van, que es un cuadro ver a la señora ahí con la cámara enfocándola, la televisión devolviéndole su imagen y una voz del manos libres dándole órdenes. Claro que mejor aún es cuando la teleoperadora del teléfono erótico dice que se va a tocar la teta izquierda y llega la mujer, quizá disléxica quizá no consciente del tema de la imagen y los espejos, y se toca justo el pecho contrario. Ahí Egoyan rompe con su imagen de intelectual, frío y analítico porque cierto es que sigue reflexionando, pero te está enseñando una teta y metiendo un chiste maravilloso todo a la vez.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Sin embargo, el quiz de la cuestión está en el manejo de las imágenes. Aquí dicho acto no llega a determinar un nuevo sistema de clases –cosa que si que pasará en la inmediatamente posterior Speaking Parts- pero sí que supone interferir en la identidad histórica de terceros. Tal es así que el padre de Van casi erradica de su vida a su madre biológica a través de grabar encima de los vídeos caseros de su infancia las rarezas que hace en la cama. El único remanente de su herencia armenia que le queda es su abuela, ingresada en una clínica en la que es vecina de cama de la madre de la chica del teléfono erótico. Y aprovechando que esta última muere hace un cambio de identidades para sacar a su abuela de la residencia, algo a lo que se oponía su padre. Luego averigua la razón, que no es otra que la anciana era conocedora de las prácticas sadomasoquísticas que tenían padre y madre biológicos. Y ya de aquí en adelante la narración, habida cuenta que era imposible complicarla más, deviene en una suerte de thriller que termina con el padre enfrentado a una televisión que le devuelve una imagen risueña –y a la vez terrorífica- de su primera mujer, encontronazo que le hace salir a tomar aire a un balcón para resultar estar atrapado en otra imagen, la que graba un detective privado que precisamente él había contratado. Y esto es normal en una película que comienza con Van ajustando el cuadro mientras mira al espectador para después hacer un zapeo durante los créditos. Una película que en ocasiones introduce a sus personajes en un culebrón televisivo y les permite fundirse con las risas enlatadas de lo que están viendo ellos en la tv o que integra la gramática y estilo de los noticiarios en las conversaciones que mantiene la familia en la cocina, con Van trajeado girándose para hablar a la manera de quien lee un teleprompter. Una película, en definitiva, que habla muy bien y de muy compleja manera sobre la sustitución y el reemplazo.