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Voto de Jark Prongo:
7
6,1
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Comedia. Drama. Ciencia ficción
En un universo alternativo los humanos empezaron a reproducirse mediante partenogénesis a partir de 1950. Desde ese momento la reproducción sexual fue cada vez más rara y la mayoría de bebés comenzaron a nacer de sexo femenino, por eso en 2010 el varón más joven en la Tierra es un hombre de 37 años.
12 de septiembre de 2016
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
”It really, really, really could happen
Yes, it really, really, really could happen”
The Universal, Blur
En la gran sátira distópica de lo que llevamos de siglo, aquella Idiocracia de Mike Judge, se especulaba con un futuro de tal regresión en el intelecto de sus gentes que una película llamada Culo batía records de recaudación y de crítica. Una película en consonancia con lo que prometía desde su título, pues no dejaba de ser casi dos horas de un culo cagándose pedos. Ese futuro distópico de un año 2505 en el que todo el mundo se ha vuelto subnormal no difiere gran cosa de los protagonistas masculinos de No Men Beyond This Point, al menos si tomamos como baremo qué les hace gracia: aquí se deshuevan que parece se les escapa una migaja de pis con tan sólo ver a un notas al que le golpea un balón en la entrepierna al son de un bocinazo. Es decir, aquí, en esta magnífica ucronía, los hombres no difieren gran cosa de Homer Simpson conmovido ante la visión de Hombre Golpeado por Balón De Fútbol, la obra cumbre del cineasta y cacahuete Hans Topo. El problema es que no hay cinco siglos para sufrir esa merma cognitiva severa, resulta que los hombres somos así de subnormales en un presente alternativo. Y es verdad.
En la década de los cincuenta da pistoletazo de salida esta ucronía con un fenómeno que la aproxima casi al cine religioso: por algún extraño motivo las mujeres pueden quedar en cinta sin la intervención de hombre alguno y, además, con el paso de los años, además de menguar las estadísticas de partos naturales, también se ven reducidos hasta equipararse a cero los nacimientos de varones. Esto reformula la sociedad por completo, claro, y sirve para que Mark Sawers, sirviéndose del formato de falso documental que va a hechos pretéritos, a líneas presentes y en ocasiones a las conjeturas que se puedan hacer a futuros, obre una película muy divertida que hace leña tanto de los tópicos de uno y otro género a base de invertir la posición de uno y otro rol en la sociedad. Las guerras desaparecen, las carreras aerospaciales y militares se frenan (y como consecuencia de esto no se inventa Arpanet y no existe Internet y por ende tampoco la web de RENFE, lo que convierte a ese presente alternativo en el mejor de los posible), las mujeres sincronizan todas sus ciclos menstruales… y el hombre está en un estado liminal entre quedarse obsoleto –que ya lo está al no pintar nada en las necesidades reproductivas- y directamente extinto, que es algo inminente. Los grupos de resistencia masculina quedan rápidamente anulados con un poquito de ingeniería social (les procuran estrógenos en las comidas) y un mucho ser unos vagos redomados y unos incapaces.
Todo lo anterior es un gigantesco McGuffin que sirve para filmar la peculiar situación de Andrew Myers, el hombre más joven del mundo con 37 añazos ya a sus espaldas. Andrew es muy valorado en la casa en la que trabaja como asistente doméstico y no se pronuncia sobre la extinción de su género aunque en ocasiones le llamen Hombresaurio y le perjudique la prohibición de reunirse más de 2 varones de forma simultánea en espacios públicos. En una sociedad donde grupos de presión anulan todo deseo sexual las mujeres tienden a unirse y formar familias más como entes simbiontes que busquen un beneficio compartido que que surjan las parejas y las posteriores familias a consecuencia del deseo o el amor. Y Andrew establece una relación con una de las mujeres que le dan cobijo y trabajo. Ella es moderada en cuanto a desear que se extingan los hombres; por una parte le fascinan y por otra ni siquiera tiene claro por qué han de desaparecer y qué tiene de bueno esto. A Andrew le retirarán la licencia de trabajo y le relegarán a uno de los santuarios habilitados al efecto de que los hombres se extingan sin molestar demasiado ni armar jaleo.
Yes, it really, really, really could happen”
The Universal, Blur
En la gran sátira distópica de lo que llevamos de siglo, aquella Idiocracia de Mike Judge, se especulaba con un futuro de tal regresión en el intelecto de sus gentes que una película llamada Culo batía records de recaudación y de crítica. Una película en consonancia con lo que prometía desde su título, pues no dejaba de ser casi dos horas de un culo cagándose pedos. Ese futuro distópico de un año 2505 en el que todo el mundo se ha vuelto subnormal no difiere gran cosa de los protagonistas masculinos de No Men Beyond This Point, al menos si tomamos como baremo qué les hace gracia: aquí se deshuevan que parece se les escapa una migaja de pis con tan sólo ver a un notas al que le golpea un balón en la entrepierna al son de un bocinazo. Es decir, aquí, en esta magnífica ucronía, los hombres no difieren gran cosa de Homer Simpson conmovido ante la visión de Hombre Golpeado por Balón De Fútbol, la obra cumbre del cineasta y cacahuete Hans Topo. El problema es que no hay cinco siglos para sufrir esa merma cognitiva severa, resulta que los hombres somos así de subnormales en un presente alternativo. Y es verdad.
En la década de los cincuenta da pistoletazo de salida esta ucronía con un fenómeno que la aproxima casi al cine religioso: por algún extraño motivo las mujeres pueden quedar en cinta sin la intervención de hombre alguno y, además, con el paso de los años, además de menguar las estadísticas de partos naturales, también se ven reducidos hasta equipararse a cero los nacimientos de varones. Esto reformula la sociedad por completo, claro, y sirve para que Mark Sawers, sirviéndose del formato de falso documental que va a hechos pretéritos, a líneas presentes y en ocasiones a las conjeturas que se puedan hacer a futuros, obre una película muy divertida que hace leña tanto de los tópicos de uno y otro género a base de invertir la posición de uno y otro rol en la sociedad. Las guerras desaparecen, las carreras aerospaciales y militares se frenan (y como consecuencia de esto no se inventa Arpanet y no existe Internet y por ende tampoco la web de RENFE, lo que convierte a ese presente alternativo en el mejor de los posible), las mujeres sincronizan todas sus ciclos menstruales… y el hombre está en un estado liminal entre quedarse obsoleto –que ya lo está al no pintar nada en las necesidades reproductivas- y directamente extinto, que es algo inminente. Los grupos de resistencia masculina quedan rápidamente anulados con un poquito de ingeniería social (les procuran estrógenos en las comidas) y un mucho ser unos vagos redomados y unos incapaces.
Todo lo anterior es un gigantesco McGuffin que sirve para filmar la peculiar situación de Andrew Myers, el hombre más joven del mundo con 37 añazos ya a sus espaldas. Andrew es muy valorado en la casa en la que trabaja como asistente doméstico y no se pronuncia sobre la extinción de su género aunque en ocasiones le llamen Hombresaurio y le perjudique la prohibición de reunirse más de 2 varones de forma simultánea en espacios públicos. En una sociedad donde grupos de presión anulan todo deseo sexual las mujeres tienden a unirse y formar familias más como entes simbiontes que busquen un beneficio compartido que que surjan las parejas y las posteriores familias a consecuencia del deseo o el amor. Y Andrew establece una relación con una de las mujeres que le dan cobijo y trabajo. Ella es moderada en cuanto a desear que se extingan los hombres; por una parte le fascinan y por otra ni siquiera tiene claro por qué han de desaparecer y qué tiene de bueno esto. A Andrew le retirarán la licencia de trabajo y le relegarán a uno de los santuarios habilitados al efecto de que los hombres se extingan sin molestar demasiado ni armar jaleo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El quid de la cuestión, amén de tocar puntos tangenciales a la lucha de sexos de siempre como puedan ser un hipotético revanchismo por parte del género que de siempre relegado se hace con la posición de dominio, es esa clarísima imposibilidad de entendimiento entre hombre sy mujeres que expone el final de la película de forma magnífica: Andrew y Ruby -ya juntos, esperando un bebé y habiendo cambiado el pensar de toda una sociedad con su relación heterosexual- están bromeando sobre el sexo el futuro bebé y a él se le escapa un Uff, Espero Que No Sea Una Niña, a lo que ella pone una cara que ni un millón de libros sobre el asunto podrán ser igual de elocuentes. Porque esta No Men Beyond This Point ofende por igual a feministas de la tercera ola que siguen molestándose porque no pase ni el Test de Bechdel ni el de Pitufina ni considere de forma más extensa todo el tema de una lesbianización de la sociedad –olvidando que Mark Sawers no busca ser ultra preciso ni en lo científico ni en lo sociológico, quizá sólo pretende hacer su película y lanzar el punto de vista antes referido sobre la imposibilidad de un entendimiento- que a hombres que disienten muy mucho cuando se les niega toda naturaleza belicosa a las mujeres: baste echar un vistazo a las críticas de IMDB para flipar un mucho con un par de ellas. Lo que sí podrán hombre y mujeres no tan pejigueros es reírse bastante con secuencias como la de los hombres autoexiliados del matriarcado en pequeños asentamientos rurales o la del todo excepcional escena en la que el líder de la resistencia masculina admite le acaban de dar a conocer unos importantísimos datos para la lucha masculina que no son otros que que de cena hoy les van a dar chuletas.