Lo cierto es que el segundo trabajo del realizador de "Lantana" no podría estar mejor guionizado, pues contiene una historia con las justas dosis como para remover, concienciar y darnos otro ejemplo donde el ser humano termina fuera de sus propios límites.

Probablemente, en cambio, quizá su mayor defecto es que se toma excesivo tiempo para narrar su historia, y quizá en un principio no sea demasiado molesto, ya que la excelente fotografía y unos actores muy bien dirigidos eclipsan todo lo demás, pero lo que en su primera parte se destapa como una virtud ya que se empeña en ofrecer magníficos detalles y dar de todo una explícita y meticulosa introducción más tarde, llegado el punto de inflexión de la obra, resulta una lacra, puesto que tantos medios tiempos no benefician y lo que, por momentos, desgarra, durante la gran mayoría de minutos se torna sumamente blando y encharcado por situaciones que reportan lo justo, pero que no resultan absolutamente necesarias.

Así, "Jindabyne" es un film que nos habla sobre los remordimientos, sobre esos instantes que rodean los momentos de mayor dificultad, donde oportunismo se destapa y, en especial, sobre la aspereza que puede reportar una situación tan inesperada como complicada, y nos introduce en la problemática de varias familias que, tras un grave error, se verán envueltas enmedio de un conflicto que, además, contraerá otros factores, haciendo que el ambiente se torne seco y retorcido.

A nivel interpretativo, sobresale un Byrne que sólo pierde el norte en un par de ocasiones, cuando sobreactúa, y Laura Linney que está fantástica, así como un amplio elenco de secundarios que cumplen con su labor a la perfección.
Además, la resolución de susodicho conflicto y una finalización tan noble como honesta resultan contrapesos para que el segundo largometraje de Lawrence resulte una experiencia suficientemente sugestiva, pese a lo holgado de su metraje.