Partiendo de una base tan atractiva como podría resultar realizar una película mediando un solo plano secuencia (que, a lo largo de la cinta, queda escindido en varias partes), "La casa muda" se presenta como una senda distinta en el infructuoso género de terror: no hay intertextualidad, se aleja de los tintes cómicos y resuelve con cierto acierto el hecho de no tener cortes en su mayor parte (jugando, en ocasiones, a la perfección con el fuera de campo).
De este modo, el debut de Gustavo Hernández logra tensar la cuerda alejándose del pueril homenaje y sirviendo una propuesta donde lo más importante parece ser el que, no el como (las situaciones no son descuidadas ni mucho menos, pero se tiende a arriesgar en ese aspecto por el mero hecho de buscar que el espectador siga expectante), logrando en ciertos momentos la tensión necesaria (que, según el propio director, buscaba) y jugando una y otra vez con la trama con el objetivo de crear un horror factible, sin necesidad de ser explícito o visual. Un horror psicológico.

De hecho, el uruguayo arriesga al máximo cuando, en su ecuador, empieza a poner cartas sobre la mesa que, por lo general, acostumbran a descolocar al seguidor del género (conductas inusuales, momentos ciertamente forzados, etc...), pero que aquí siguen esa senda de "Lo importante es el que, no el como", y logran que el público no se sienta escupido de la proyección en ningún momento, pese al camino tomado.

Por desgracia, no todo es lo que parecía, y "La casa muda" termina cayendo como un castillo de naipes vagamente construido. Su forma es totalmente disonante con su fondo. Contando lo que desea contar, el plano secuencia es una herramienta del todo inútil al seguir prácticamente todo el tiempo a la protagonista, y su resultado, una vez visto ese giro final, es tan infructuoso como indignante. Pues ya no se trata de si el giro funciona o no (que, en este caso, resulta fallido se mire por donde se mire), se trata de que habiendo escogido esas características para el film, ese último punto sobre el que vira todo no tiene sentido, y destruye lo anteriormente construido, dejando no sólo evidencias verdaderamente visibles, sino también consiguiendo una reacción negativa de un espectador que con tanto interés había seguido una narración que empezó a hacerse añicos a partir de la mitad de la propuesta.

En definitiva: es una verdadera pena, no sólo que hoy en día para realizar cine de género distinto a un cineasta se le ocurra recurrir a la complicada empresa del plano secuencia sólo por el hecho de ofrecer algo destacado o que sobresalga, sino que además que un tipo que se muestra fuera de ese reguero de propuestas actual (donde destacan, como dije, el homenaje descarado y el humor fuera de lugar), se decida por un proyecto tan vago como "La casa muda" y, para colmo, decida excusarse con carteles a su conclusión cuando la motivación también debió ser muda. Simple y llanamente muda.