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España España · Honor al Sabadell!
Voto de Grandine:
6
Musical. Comedia. Drama Durante la época de la Gran Depresión, Lady Port-Huntly (Isabella Rossellini), la reina de la cerveza de Winnipeg, para aumentar sus ventas anuncia una competición para decidir cuál es la música más triste del mundo. El concurso atrae a músicos de todos los países. En nombre de América se presenta el músico canadiense Chester Kent (Mark McKinney), acompañado de Narcissa (Maria de Medeiros), una ninfómana amnésica. (FILMAFFINITY)
12 de julio de 2006
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se podría considerar a Maddin como uno de los cineastas más interesantes, sugestivos y sorprendentes del mundo cinematográfico actual, y no por qué los temas o argumentos que trate en sus cintas sean tan originales como curiosos, sino por qué en sus formas, se encuentra uno de los realizadores más espléndidos de estos últimos años ya que, tras dichas formas que, a priori, pueden parecer clásicas, se esconden verdaderos arranques de genio, jugando con todos los elementos en pantalla de modo sublime, lanzando guiños a directores de los inicios de este gran arte como Murnau o Chaplin, logrando que la iluminación sea un elemento tan efectivo como clave o que la narrativa llegue a ser peculiar y a la vez eficaz.

De este modo ya me sorprendió con Dracula: Pages from a virgin's diary, donde todo encajaba a la perfección. Sin embargo, esta obra ya tiene más defectos (aun y conteniendo grandiosas virtudes), como son un argumento un tanto disperso, algunos momentos que pueden llegar a ser extravagantes y extraños o determinados fallos en el transcurso descriptivo de las situaciones. Pero, aun y conteniendo imperfecciones, posee también enormes virtudes, como la melancolía que saben desentrañar sus personajes en distintos puntos (pese a instantes de sobreactuación), el mensaje transmitido por el director, sobre la búsqueda de la armonía, aunque sea lejos de las propias tierras o la crítica leve pero atinada a los EEUU mediante algunos de sus protagonistas.

Está claro que Maddin no se ha podido superar, pues su anterior hito era bastante difícil de alcanzar, aunque haya conseguido conformar una película verdaderamente cautivadora, con la que ofrecer al espectador los diversos valores que pueden surgir a través de las tan distintas culturas del mundo entero, ya que su proyecto alcanza más allá de muchas otras cintas que simplemente intentan mostrar: Él, además, sugiere. Y lo hace de modo espléndido, entregando a los espectadores las dudas y los pensamientos de sus distintos personajes y dejando que, mediante palabras, gestos y otros menesteres, puedan imprimir unos rasgos inolvidables, que motivarán al público a ver más allá de lo que verdaderamente otorga el realizador canadiense.

Eso sí, pese a las piernas de cristal, diversas situaciones que se me antojan demasiado bruscas para un trabajo de estas características, y algún que otro individuo que hubiese requerido un análisis más denso sobre sus propósitos e ideas, se agradece ver una película que da tanto en tan poco tiempo y que obliga a uno mismo a examinar más allá de lo que el director presenta, haciendo que sea una cinta altamente evocadora. Ojalá siga así la cosa.
Grandine
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