¿Saben aquel que diu...?

"Mamá mamá, ¡mira, que voy sin piernas!
mamá mamá, ¡mira, que voy sin brazos!
mamá mamá, ¡mida, que voy fib diebtef!"

Pues algo parecido es lo que le ocurre a Monleón en su peculiar ejercicio cinematográfico, es decir, arriesga en exceso. Tanto, que se queda sin dientes.

Y el riesgo no corre a cargo de unos personajes más o menos bien trazados e interpretados (sobretodo en sus dos historias principales -la de la Bardem y la de Bárbara Lenni, actriz que servidor desconocía y que, prácticamente es la mejor del elenco, con una actuación muy vivaz y sufrida-), sino en su tercera historia, que uno se pregunta constantemente qué pinta ahí y porqué narices existe. Pues mientras las otras dos nos hacen partícipes de como cada día es más complicado encajar en este mundo excesivamente sofisticado, ya sea poniendo de por medio el tema del desuso de un medio de transporte como la bicicleta u otros instantes de no menos interés, el relato de los criajos que trapichean y cuya motivación no va más allá, resulta tan descolocado como inverosímil, ya sea por desaprovechado o porque sencillamente parece forraje del malo.
Puede que se raspe el aprobado, pero todo sea por la honestidad de un film que en ningún momento se traiciona a si mismo y siempre sigue el mismo camino.