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España España · Honor al Sabadell!
Voto de Grandine:
4
Intriga. Drama. Thriller Cuando su padre muere, Paul Prior, un renombrado fotógrafo de guerra, regresa desde Europa a su casa, una aislada ciudad de Nueva Zelanda. Han pasado 17 años desde que se marchó. Su llegada sorprende a su hermano Andrew, que trabaja como cultivador de avestruces. (FILMAFFINITY)
13 de septiembre de 2010
21 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando, tras casi una hora y pico de película, el guionista parece no querer dar descanso a un machacado espectador que, contrariado y prácticamente violado, sigue atendiendo a lo que sucede en pantalla, es este mismo quien no puede reprimir un leve chillido como respuesta. Porque una cosa es que, de tantos giros y giros circenses, te la intenten meter doblada sutilmente, y otra muy distinta, que de tanta insistencia la sutileza se haya ido a tomar por saco.

Mi pregunta, tras un atroz intercambio de golpes entre el machaca que escribió la historia y las mejillas de un servidor no es otra que: ¿para esto dejo yo apagada la tele los domingos? ¿para evitar un telefilm rancio, pestilente y agotador, encontrándome luego con un refrito neozelandés con muchos premios y poco cine entre líneas? Pues menuda gracia, oiga.

Quien crea, de todos modos, que la pega de "In My Father's Den" está en los burdos giros que da, que sepa que la cosa todavía puede ir mucho más lejos. El film de McGann pasa de lo que podría haber sido un drama crudo, a un telefilm encubierto sin demasiado talento de por medio. Bueno, talento si que hay: para meter la cancioncilla indie en el momento de confesión más dolorosa, para dejar cabos sueltos a lo largo y ancho del metraje, fingiendo que nada ha sucedido (como cuando la madre encuentra las fotos, por ejemplo) y para olvidarse de más de la mitad de los personajes durante, aproximadamente, media peli. Si a eso se le llama talento, aquí lo hay. A montones.

Los únicos aspectos positivos a destacar, pues, serían las interpretaciones de un entonado Matthew MacFayden, la, en ocasiones, exquisita fotografía de la que hace gala, y sus primeros instantes, en los que para ir desgranando este drama familiar al espectador y ponerlo en situación, se usa el elemento idóneo (la cámara), aunque todo ello sea sólo un espejismo y otro modo de que al final termine cayendo, y se coma enterito el mojón. Sin dejar ni rastro.
Grandine
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