El forastero es un film que hemos visto mil veces. Con esta, mil y una.
El guión no es más que una repetición de acontecimientos, diálogos y reacciones que no nos hemos cansado de ver durante dramas y dramas de medio pelo que han pululado por las pantallas televisivas durante años, aunque aquí enmarcado en una comunidad amish, y partiendo de una base que el magnífico Peter Weir supo servir con mucha más sobriedad y aplomo en la grandiosa Único testigo.

Quizá la única diferencia que la distingue de un telefilm es su elenco interpretativo y, una base, que podría haber dado para mucho más.
Entre susodicho elenco encontramos a la actriz británica en alza Naomi Watts, que ofreciendo una labor, cuanto menos, digna, no consigue hacer nada para levantar un relato flojo y cuya hendidura dramática debería ser mayor para alcanzar sus escasas pretensiones. Tampoco logran nada Timothy Daly en un papel suficientemente serio, u otros intérpretes como el ya mítico David Carradine.

Además, también agolpa fallos en algunos en cuanto a la consecución de sus personajes, siendo el hijo de la protagonista uno de los más precipitados y verosímiles en el momento de realizar sus aportaciones.
Ciertamente, se puede ver y no es nada despreciable en comparación con ciertos productos que llegan directamente de la industria Hollywoodiense, aunque si no se ve, pues como que tampoco pasa nada, oye...