De aventuras cuando un escarabajo pelotero transporta su pelotilla de un lado a otro con la dificultad que ello implica sobre el terreno.
De gore cuando un saltamontes queda atrapado en una tela de araña y la propietaria de ésta va a encargarse de susodicho insecto.
De comedia cuando algunas libélulas se disputan su terreno realizando divertidos juegos de equilibrio.
De western cuando una tropa de artrópodos avanza en fila india hacía un destino incierto como si de una hilera de carros del viejo oeste se tratara.
De catástrofes cuando la lluvia empieza a descargar y los pequeños insectos se ven asaltados por multitud de glaciales formas que provienen del cielo.
De romance cuando un sapo, escondido entre las turbias aguas, transporta los huevos de sus pequeños en el lomo.
De fantasía todos y cada uno de los minutos que componen este pedazo de vida, que nos muestra el otro lado del planeta tierra, el lado que nosotros no poblamos ni ensuciamos... y de terror, pensar que a cada hora, a cada minuto, este pequeño microcosmos se desvanece debido a la poca consciencia de unos seres que, en efecto, sólo se ven a ellos mismos, tanto en el cine, como en la vida.