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España España · Honor al Sabadell!
Voto de Grandine:
7
Drama Narra las diferentes vivencias de un grupo de artistas de un local de variedades: amores, infidelidades, traiciones. Lily (Carla Del Poggio) es una joven bella y con talento, aunque algo torpe y ambiciosa, que se une a una compañía de teatro ambulante, dirigida por Checco Dal Monte (Peppino De Filippo), un caballero que roza ya la senectud. Pronto, Checco se siente atraído por Lily y él le asegura que le ayudará a triunfar como actriz. (FILMAFFINITY) [+]
7 de noviembre de 2008
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de proclamarse uno de los mejores cineastas de su generación con obras del calado de "8½" o "Amarcord", Fellini debutó junto a Lattuada trazando este relato sobre el mundo de la farándula y dando los primeros pasos tras haber firmado ya guiones como el de "Roma, ciudad abierta" o "Paisà".
Se agradece, ante todo, que el propio realizador le dedique más espacio a sus personajes que al retrato de un mundillo que sólo habría podido aportar curiosos tintes, a no ser que susodicho retrato estuviese inmerso en la precisa aura de la decadencia que, según parece contarnos el autor, emanaban aquellos parajes.

Así, se nos presenta sin demasiados prolegómenos la historia de una muchacha que, en su afán por triunfar en el mundo teatrero, logra entrar en un pequeño y humilde grupo, dando sus primeros pasos en el mundo del espectáculo en él.
La intencionalidad de Fellini por despojar la historia de cierta verosimilitud (la que adquieren ciertos tramos, donde todo se narra sin altibajos, pero no se le dedica demasiado espacio a ciertas situaciones) e intentar centrarse en su dúo protagónico, logrando que cada uno de los conflictos que surja acreciente más todavía la relación de esa atípica pareja, da sus frutos a medida que "Luci del varietà" avanza, y consigue posponer la envergadura de unos personajes que, por momentos, sobrepasan el celuloide, a unas aventuras que sólo deberían ser el eje secundario que verdaderamente son.

Cabría destacar, en especial, las interpretaciones de una Carla del Poggio que impregna de vitalidad la pantalla durante el primer tramo de la cinta, e insufla una bocanada de aire fresco cada vez que su esbelta figura vuelve a contornearse, así como un Peppino de Filippo cuya interpretación nos deja, en ocasiones, absortos ante un personaje que parece descompuesto y desalentado ante su falta de convicción, y acto seguido caemos, nuevamente, en la cuenta de que todo constituye una treta para intentar llevar adelante sus ideas.
Pese a ello, ambos lo consiguen, nos introducen por sí solos en ese insidioso microcosmos, y logran que, sin haber obtenido antes ningún tipo de testimonio, su periplo se transforme en el mejor certificado de como funcionaban las cosas en lugares tan pequeños, pero con ilusiones tan grandes.
Grandine
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