Una mujer de oscuro pasado que se hace llamar "La condesa" se establece en Nueva Orleans con el único objetivo de encontrar un marido rico con el que casarse.
René Clair se muestra en esta película como un director exquisito, elegante y un formidable creador de ambientes mágicos llenos de fantasía y poesía. Ambiente que también recreó en otras dos películas de su etapa americana ("Me casé con una bruja" y "Sucedió mañana"). Si bien "La llama de Nueva Orleans" parece quedarse meramente en un preciso y precioso ejercicico estético anteponiéndose éste a la solidez de la historia. Una historia inconsistente, demasiado almibarada y centrada casi única y exclusivamente en enaltecer la supuesta belleza y bis cómica de la Dietrich. Clair se puede dar con un canto en los dientes pues, en esta ocasión, la sobrevaloradísima actriz de origen alemán no lo hace mal del todo y, los secundarios Roland Young y Mischa Auer muestran, como casi siempre, un altísimo nivel (magnífica la secuencia del duelo de miradas entre ambos mientras "La condesa" toca el piano). Por cierto, y ya que hablamos de actores, no deja de ser curioso que la extrema delgadez (y yo diría que excepcional) de Bruce Cabot le hace parecerse bastante a Clark Gable.