La película narra la historia del matrimonio Castle (Irene y Vernon) desde sus comienzos, en los que sólo eran contratados para números cómicos, hasta su gran éxito y fama conseguidos como extraordinarios bailarines en los mejores teatros y salas de fiestas de todo el mundo.
Aunque siempre es una gozada ver bailar a la pareja Astaire-Rogers, esta es una de sus películas más flojas. Varios detalles contribuyen a ello: los bailes no son ni tan elegantes, ni tan originales, ni tan vigorosos como en otras ocasiones; la consabida historia de amor pierde toda su esencia al contraer matrimonio la pareja protagonista al poco de iniciarse la historia y el ritmo narrativo se desequilibra demasiado por la difícil combinación de los números musicales con el resto de secuencias. De todos modos, un número suelto del genio Astaire bailando claqué en una estación de tren, la cara de ángel de Ginger Rogers y las excelentes interpretaciones de Walter Brennan y Edna May Oliver son reclamo suficiente para que nos sentemos en el sofá dispuestos a pasar algo más de hora y media sumamente entretenidos.