George Marshall abordó muchos géneros cinematográficos y salió bien parado casi siempre. En la comedia, el género que más cultivó, trabajó con algunos de los más grandes (Laurel y Hardy, Bob Hope, Jerry Lewis) y nos dejó excelente sabor de boca con " El abuelo de la criatura" (1932) y "El recluta" (1957). En el cine negro nos regaló esa maravilla titulada "La Dalia Azul" (1946) y, en el western, aunque con menos brillantez, dirigió las notables "El salvaje" (1952) y "Furia en el valle" (1958).
En "Corazones en llamas", curiosamente, lo que hace Marshall es mezclar géneros (comedia, musical, aventuras, romance) y como es un tipo hábil, lo resuelve como hay que hacerlo en estos casos de complicada mixtura, esto es, con elegancia y naturalidad. No crear episodios distintos sino fusionarlos con delicadeza y una cierta invisibilidad. Para conseguir esto, Marshall impregna de humor toda la película (también en sus momentos dramáticos) y, sólo en ocasiones, tira de gags (la noche en el bosque con una sola manta para tres y el memorable 'ataque' al pastel) que arrancan nuestra carcajada. En la combinación de géneros ha de mantenerse cierto equilibrio.
La fotografía en Technicolor, las escenas de acción y el divertido cara a cara entre Paulette Goddard y Susan Hayward son otros aspectos a destacar del film.
De Fred MacMurray, hoy, no voy a decir nada, porque finalmente se queda con quien se queda. Porque si se hubiera quedado con la otra lo estaría poniendo, como casi siempre, a caer de un burro.