Lo dice mi mujer: "¿Pero este tipo tiene alguna película mala?" Lo dice después de escuchar el magnífico discurso final de este monstruo de la escena. Lo dice cuando seguimos los dos con el corazón en un puño. Yo no puedo ni tragar saliva. También lo suele decir de James Cagney. Y claro, yo me encojo de hombros y le contesto: "Pues a lo mejor, entre las 90 de E. G. Robinson y las 63 de Cagney, puede que tres o cuatro."
Mi querido lector, mis sentimientos los tengo a flor de piel. Como debe ser tras una buena película. Mientras esto escribo, solo veo a Robinson. Robinson fumando un cigarro sobre una viga del piso 25: Robinson bebiendo un batido; Robinson como una cuba; Robinson llorando amargamente sobre otra viga del piso 25; Robinson deshecho y, finalmente, Robinson frente al juez. Lo siento, se me ha olvidado hablar de los detalles importantes de la película. La culpa es de Robinson. ¿Cómo se puede ser tan BUENO?