Lo más interesante es que muestra a Fernando Karadima con una personalidad robusta, una sola línea tendiente a seducir a los jóvenes para satisfacer sus deseos. La película se desliza paulatinamente a los espacios cerrados y oscuros, en los que el sacerdote desnuda sus intenciones. Luis Gnecco interpreta magistralmente los gestos de Karadima y los mecanismos de pecado-culpa con los que quiebra a los acólitos. Su actuar es progresivo, siempre sopesando las reacciones de Thomas ante sus embestidas.

Karadima dirige una verdadera empresa recaudadora de fondos de las familias más pudientes, y mantiene a su madre viviendo en las dependencias de la parroquia. Financia sus viajes al extranjero y en general vive sin privaciones. Sabe del poder que tiene sobre la Iglesia y sobre sus discípulos.

En cambio, el joven Thomas va mostrando fracturas cada vez más profundas en su personalidad, con lo que empieza a vivir una doble vida totalmente disfuncional. Karadima es el nexo común entre la vida profesional de Thomas y su vida íntima. Se convierte en el guía espiritual de su esposa, y recién cuando se acerca a su hijo, Thomas vislumbra el peligro. Karadima lo mantiene confundido, pensando que es el único abusado, hasta que su confesor, en el más estricto secreto, le revela otros nombres. En ese momento, Thomas se atreve a denunciarlo e incluso acude a una entrevista televisada.

Amparo Tocornal, la mujer de Leyton, también proviene de una familia profundamente católica. No busca explicaciones al extraño comportamiento de Thomas en la intimidad. Todo es comprensible dado el nulo cuestionamiento ante la religión y lo tabú que presupone es el sexo. Ese es el motor de la película, el poder que ostenta Karadima sobre la comunidad y como inteligentemente se inmiscuye en el ámbito privado de los futuros sacerdotes y cercanos a la Iglesia de El Bosque. Guía cada uno de sus pasos y los de sus familias. Thomas Leyton no disfruta, cada decisión de su vida está contaminada por el párroco, interponiéndose incluso en su vida marital.

Hay escenas memorables como el paseo a la playa, esperando el ocaso, donde Karadima descubre por primera vez sus intenciones, sentados en el auto, gozando de la vista del mar y confundiendo sentimientos de placer, culpa y belleza.