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Voto de Ferdydurke:
7
7,1
17.189
Drama
Una niña de 6 años y sus amigos pasan el verano en un pequeño motel muy próximo a Disneyworld, mientras sus padres y el resto de adultos que les rodean sufren aún los efectos de la crisis. (FILMAFFINITY)
28 de febrero de 2018
34 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crónica desoladoramente exacta de una infancia robada (el azar le dio una madre sin esperanza. Que seguramente también en sus años de infanta tuvo y sufrió lo suyo. La rueda que gira y se ceba muchas veces con los mismos, con los que comparten sangre y estirpe).
Retrato perfecto de una mujer derrotada, en apuros, sin recursos.
Una madre y una hija. En Florida. En verano. Sin nada que hacer. Ella no trabaja. Espera. Nada. La hija pequeña juega. Con las vecinas.
El tiempo pasa. Nada sucede. Todo ocurre.
Gota a gota. Mansa/morosamente el tiempo se derrite y expande.
Pequeños hechos inadvertidos se van sumando. Uno tras otro hacen un puñado.
Se palpa el desastre. Se tensa el ambiente.
Y al final se rompe el cántaro, se acaba el cuento, se piden cuentas. Siempre habrá alguien que pagará el pato.
Spoiler:
La madre pierde la única ayuda, a su amiga. La hija, a su compañero de juegos.
No importa mucho. Pero ahora están todavía más solas.
Ella, la madre, trapichea, vende perfumes de aquella manera. Hasta que también se acaba eso. Teme ir al talego.
Se prostituye. Era el final inevitable. El único medio (aquí no lo muestran de manera explícita. Otra decisión hermosa). El más fácil/difícil.
Le quitan a la niña. También era previsible.
Es un reguero de desgracias, en definitiva, en sordina. Un recorrido muy triste (y vitalista; y lleno de amor a pesar de todo. Claro que sí, suelen darse a veces los extremos) por un sonoro fracaso.
Lo importante es cómo se cuenta. De forma (casi) milagrosa. Por su completa ausencia de trampas, trucos o añagazas sentimentales/sensibleras, por no utilizar el énfasis o buscar la sensación morbosa más impactante. Por todo lo que acertadamente omite y evita, sin excluir lo esencial.
Lo cual demuestra que se puede mostrar lo más penoso o sórdido de forma elegante, elíptica, educada, sin caer en groserías innecesarias que nada aportan o sin tener que gritarlo todo con altavoces para tontos/sordos.
Retrato perfecto de una mujer derrotada, en apuros, sin recursos.
Una madre y una hija. En Florida. En verano. Sin nada que hacer. Ella no trabaja. Espera. Nada. La hija pequeña juega. Con las vecinas.
El tiempo pasa. Nada sucede. Todo ocurre.
Gota a gota. Mansa/morosamente el tiempo se derrite y expande.
Pequeños hechos inadvertidos se van sumando. Uno tras otro hacen un puñado.
Se palpa el desastre. Se tensa el ambiente.
Y al final se rompe el cántaro, se acaba el cuento, se piden cuentas. Siempre habrá alguien que pagará el pato.
Spoiler:
La madre pierde la única ayuda, a su amiga. La hija, a su compañero de juegos.
No importa mucho. Pero ahora están todavía más solas.
Ella, la madre, trapichea, vende perfumes de aquella manera. Hasta que también se acaba eso. Teme ir al talego.
Se prostituye. Era el final inevitable. El único medio (aquí no lo muestran de manera explícita. Otra decisión hermosa). El más fácil/difícil.
Le quitan a la niña. También era previsible.
Es un reguero de desgracias, en definitiva, en sordina. Un recorrido muy triste (y vitalista; y lleno de amor a pesar de todo. Claro que sí, suelen darse a veces los extremos) por un sonoro fracaso.
Lo importante es cómo se cuenta. De forma (casi) milagrosa. Por su completa ausencia de trampas, trucos o añagazas sentimentales/sensibleras, por no utilizar el énfasis o buscar la sensación morbosa más impactante. Por todo lo que acertadamente omite y evita, sin excluir lo esencial.
Lo cual demuestra que se puede mostrar lo más penoso o sórdido de forma elegante, elíptica, educada, sin caer en groserías innecesarias que nada aportan o sin tener que gritarlo todo con altavoces para tontos/sordos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Hasta la aparición una vez más en película USA de la amenaza pederasta cuando se narra la infancia (padecen esa malsana obsesión que habla del sexo prohibido y nefando, del deseo enfermo, de los hombres y su terrible perdición) se salva. Ese pequeño meandro dentro de la historia mayor está contado también con pericia y rigor.
Es una película que está llena de pequeños buenos detalles. El conjunto de ellos, prácticamente infinitos, conforma una mirada tan ajustada, precisa y objetiva, tan lograda.
En su debe, por poner alguna pega, para que no se diga:
- El quizás demasiado brusco cambio de actitud de la amiga de la madre. Es lógico que acabase huyendo de semejante compañía. Pero tal vez deberían haberlo explicado más y mejor, de forma más gradual. Pasa de quererla como a una hermana a no dirigirle la palabra en un momento. Se entiende que estuviese harta, pero no hay proceso para verlo con mayor detenimiento.
- El posiblemente excesivo número de minutos dedicados a las fechorías de los chavales, bien narrados, pero también insistentes y repetitivos. Podrían sobrar bastantes o por lo menos algunos minutos.
Y ahora el epílogo: la niña huye despavorida en busca de su única amiga, el tono cambia repentinamente, aparece una música hasta ese momento ausente de ese modo y la imagen se acelera. Se escapan cogidas de la mano. A Disney. Estaban al lado del paraíso (falso, de baratillo, de azúcar y con olor a comercio blando y trucado).
Son los restos del naufragio. La gente que ha quedado en la orilla, arrumbada, sin suerte ni futuro, eliminada, las sobras del sistema.
Características de la derrotada:
- Malhablada, maleducada, mínimamente vestida, todo el santo día la televisión encendida, mucho tiempo tumbada sin hacer nada, inepta, arrogante, borde y bruta para ahuyentar los posibles problemas, pícara, burra, peleona, pendenciera y peligrosa.
- Pero para no caer en los tópicos ni en la obviedad, también nos la muestran muy humana, quiere mucho a su hija y todos sus numerosos pecados son menores, entre la desidia y la pura supervivencia. Es consciente de la situación y le duele, aunque disimule, aunque no llore, aunque se haga la fuerte, es una máscara que se pone para huir hacia delante y que nadie se atreva a hacerla frente.
- No le quitan ni le ponen nada. No la salvan ni la condenan. Ni están a favor ni en contra. La observan, nos la enseñan, nos dejan a nosotros la tarea, que nos hagamos una idea, sin interponerse toscamente entre lo que nos cuentan y nuestra idea. No nos quieren aleccionar o dar un sermón. Solo contar. Mostrar. Exponer.
Bravo. Sobre todo como excepción al clima actual de fanatismo religioso (la religión democrática occidental estatal globalizada) en el que andamos inmersos, metidos hasta el cuello, y del que el cine actual es tan víctima y siervo, correa de transmisión de los mantras que vierten a toneladas de propaganda los que mandan.
Colores. Chillones, como pequeños soles. Ese morado, esos azules y esas luces.
Los niños. Están muy bien.
Las madres. Estupendas. Especialmente la protagonista con su lenguaje corporal/gestual tan apropiado.
Y Dafoe. Sobre todo Dafoe. Siempre Dafoe. Lo amo por encima de todas las cosas. Amo a Dafoe. Entero y verdadero.
Pobre Dafoe. Lo que aguanta el hombre. Qué paciencia. Qué santo varón. Su retrato es la exposición más rigurosa y equilibrada de la bondad que en años he visto. Eso es un santo. Un hombre. Una bella persona. Capaz de hacer su trabajo con mano maestra a la par que tratar de ayudar a todo el mundo. Es el Dios bueno de ese pequeño universo, el rey sano de ese vecindario, el padre de todos, nuestro hombre en la Tierra; supervisa, perdona, arregla, exige, protege, comprende, compadece, educa y enseña.
Y Dafoe el actor. Un ser que no es de este mundo. No sé si lama tibetano, místico español o simplemente el mejor, el que nos sobrevivirá a todos, el que portará la luz escasa de la esperanza. En la sombra, calladamente. Como debe ser.
Bien.
Es una película que está llena de pequeños buenos detalles. El conjunto de ellos, prácticamente infinitos, conforma una mirada tan ajustada, precisa y objetiva, tan lograda.
En su debe, por poner alguna pega, para que no se diga:
- El quizás demasiado brusco cambio de actitud de la amiga de la madre. Es lógico que acabase huyendo de semejante compañía. Pero tal vez deberían haberlo explicado más y mejor, de forma más gradual. Pasa de quererla como a una hermana a no dirigirle la palabra en un momento. Se entiende que estuviese harta, pero no hay proceso para verlo con mayor detenimiento.
- El posiblemente excesivo número de minutos dedicados a las fechorías de los chavales, bien narrados, pero también insistentes y repetitivos. Podrían sobrar bastantes o por lo menos algunos minutos.
Y ahora el epílogo: la niña huye despavorida en busca de su única amiga, el tono cambia repentinamente, aparece una música hasta ese momento ausente de ese modo y la imagen se acelera. Se escapan cogidas de la mano. A Disney. Estaban al lado del paraíso (falso, de baratillo, de azúcar y con olor a comercio blando y trucado).
Son los restos del naufragio. La gente que ha quedado en la orilla, arrumbada, sin suerte ni futuro, eliminada, las sobras del sistema.
Características de la derrotada:
- Malhablada, maleducada, mínimamente vestida, todo el santo día la televisión encendida, mucho tiempo tumbada sin hacer nada, inepta, arrogante, borde y bruta para ahuyentar los posibles problemas, pícara, burra, peleona, pendenciera y peligrosa.
- Pero para no caer en los tópicos ni en la obviedad, también nos la muestran muy humana, quiere mucho a su hija y todos sus numerosos pecados son menores, entre la desidia y la pura supervivencia. Es consciente de la situación y le duele, aunque disimule, aunque no llore, aunque se haga la fuerte, es una máscara que se pone para huir hacia delante y que nadie se atreva a hacerla frente.
- No le quitan ni le ponen nada. No la salvan ni la condenan. Ni están a favor ni en contra. La observan, nos la enseñan, nos dejan a nosotros la tarea, que nos hagamos una idea, sin interponerse toscamente entre lo que nos cuentan y nuestra idea. No nos quieren aleccionar o dar un sermón. Solo contar. Mostrar. Exponer.
Bravo. Sobre todo como excepción al clima actual de fanatismo religioso (la religión democrática occidental estatal globalizada) en el que andamos inmersos, metidos hasta el cuello, y del que el cine actual es tan víctima y siervo, correa de transmisión de los mantras que vierten a toneladas de propaganda los que mandan.
Colores. Chillones, como pequeños soles. Ese morado, esos azules y esas luces.
Los niños. Están muy bien.
Las madres. Estupendas. Especialmente la protagonista con su lenguaje corporal/gestual tan apropiado.
Y Dafoe. Sobre todo Dafoe. Siempre Dafoe. Lo amo por encima de todas las cosas. Amo a Dafoe. Entero y verdadero.
Pobre Dafoe. Lo que aguanta el hombre. Qué paciencia. Qué santo varón. Su retrato es la exposición más rigurosa y equilibrada de la bondad que en años he visto. Eso es un santo. Un hombre. Una bella persona. Capaz de hacer su trabajo con mano maestra a la par que tratar de ayudar a todo el mundo. Es el Dios bueno de ese pequeño universo, el rey sano de ese vecindario, el padre de todos, nuestro hombre en la Tierra; supervisa, perdona, arregla, exige, protege, comprende, compadece, educa y enseña.
Y Dafoe el actor. Un ser que no es de este mundo. No sé si lama tibetano, místico español o simplemente el mejor, el que nos sobrevivirá a todos, el que portará la luz escasa de la esperanza. En la sombra, calladamente. Como debe ser.
Bien.