Flojísima. Un desastre pequeño que buena parte del tiempo produce un desalmado aburrimiento por un guion tan pobre y unas interpretaciones tan exageradas y una dirección tan ramplona dentro de un realismo tan chato.
La mirada de Colomo es reconocible, es un autor con un estilo definido y una clara visión del mundo, comprensiva, amoral, cariñosa, acogedora, su bonhomía y calidez, pero esta vez en su versión más mala, la dejada, la que va a lo fácil y no se esfuerza casi nada, la de las historias que se te caen a pedazos o se te escapan de las manos por su poco peso y fuste y su demasiada tontería y pereza, por la indefinición y a los tópicos más obvios rendida entrega.
La luz hermosa de Cádiz queda aplastada, sepultada bajo el peso muermo de una trama de atracos, policías, venganzas y algún amorío tan tonta y mal escrita y poco trabajada que no diría que dé vergüenza, pero casi se le acerca, mucha desgana.
Nada se salva, quizás un poco el final en el que más o menos casan todas las piezas y es simpático. Y casi todos sus chistes son muy malos y cae de bruces en el mayor lugar común de la cinematografía mundial de las últimas décadas, tú no, Fernando, dícese de viejo que salga debe obligatoriamente haber perdido la memoria, qué cosa, de lo contrario, nada, en su casa colgando la ropa; la vejez como chirigota gaditana, escarnio o compasión lacrimosa condescendiente, sin salida ni respeto ninguno los pobres.
Los actores son todos muy majetes, pero, rara cosa, ninguno está bien, o muy pasados de vueltas, ridículamente histriónicos, o cortos y erráticos, tal vez Manquiña que siempre cumple sea el único que más o menos se salva de la quema (el título de esta fallida película es lo mejor que tiene). El cómico es mejor como característico que no secundario, tiene alguna gracia, pero aquí no da la talla, no cuaja, y Manuela, tan encantadora, también es muy limitada, por no hablar de la hermana tan forzada, de esa madre arquetípica o del Tuti fuera de onda, qué cosa más desmadrada, o hasta Vicente Romero que está irreconocible.
En fin, que no hay por donde cogerla, se hace larga a pesar de ser afortunadamente tan corta y su mucha ligereza, te pone triste aunque intente denodadamente hacer reírte.