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Voto de Ferdydurke:
2
6,0
26.917
Acción. Thriller
Stanley Jobson (Hugh Jackman), un experto en informática que acaba de salir de prisión, es requerido por el terrorista Gabriel Shear (John Travolta) para que le ayude a decodificar un complicado código de seguridad de una cuenta secreta. Sólo unos pocos hackers en el mundo son capaces de realizar dicho trabajo, y él es uno de ellos. (FILMAFFINITY)
24 de marzo de 2018
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
De la estupidez convertida en una de las bellas artes. Una oda a su reinado indiscutible. Un cantar de gesta sobre sus innumerables hazañas.
De cómo levantar un castillo de naipes, en el aire, sobre la nada. Fuegos de artificio. Fantoches, mamarrachos, chulería, bravuconería, falsedad, complicidad; una grandilocuencia gran guiñolesca, horrísona, estrepitosa; un esperpento caricaturesco, de tebeo; un inflado espectáculo, hormonado, adulterado, ciclado, hinchado, depilado; muy tramposo y vacío.
Son reflejos, pura superficie, virtualidad, sensación trucada. Nada hay debajo. Ni detrás. Ni delante. Es toda ella un espejismo. El cine sin ningún sentido. Un trampantojo de derribo y diseño, hueco, inane, muerto.
Es el enterramiento del arte. La nada embutida. Un charco de vómito artificial. Ectoplasmas. Hologramas.
Con dos o tres trucos rimbombantes; no sin mi hija o por mi hija mato, los malos son los más listos y molones y están rodeados de ominosos pibones, la policía siempre es lerda; unas cuantas parrafadas pretendidamente brillantes, epatantes y acojonantes (cuánto daño hizo Tarantino desde su irrupción triunfante, salieron miles de patanes imitadores aspirantes copiando sus diálogos y poniendo en boca de todo tipo de energúmenos millones de chorradas banales, ridículas y afectadas; eructos efectistas y, lo peor, profundamente aburridos), varias explosiones aberrantes, unos cuantos zorrones mamadores, musiquilla de acompañamiento como de cine porno y un intríngulis o trama estupefaciente con la complejidad de una tertulia de tele y una confusa deriva que trata de esconder su agresiva esterilidad y descalabrada nada con toneladas de pirotecnia abotargada.
En fin. Película fullera/follonera/fallera. Muy norteamericana en la sobreabundancia de machadas y gañanes que pareciera o se creyeran que están en un desfile de modelos.
Mala dos veces. En sí. Y para sí. Como puro cine es un bochorno por su frivolidad e idiocia, y como exponente de la cultura yanqui es representativa de un tipo de mirada violenta, garrula, delirante y ofensivamente chulesca, con un deje de niños mimados que se ríen mientras destruyen todo lo que quieren o tocan.
De cómo levantar un castillo de naipes, en el aire, sobre la nada. Fuegos de artificio. Fantoches, mamarrachos, chulería, bravuconería, falsedad, complicidad; una grandilocuencia gran guiñolesca, horrísona, estrepitosa; un esperpento caricaturesco, de tebeo; un inflado espectáculo, hormonado, adulterado, ciclado, hinchado, depilado; muy tramposo y vacío.
Son reflejos, pura superficie, virtualidad, sensación trucada. Nada hay debajo. Ni detrás. Ni delante. Es toda ella un espejismo. El cine sin ningún sentido. Un trampantojo de derribo y diseño, hueco, inane, muerto.
Es el enterramiento del arte. La nada embutida. Un charco de vómito artificial. Ectoplasmas. Hologramas.
Con dos o tres trucos rimbombantes; no sin mi hija o por mi hija mato, los malos son los más listos y molones y están rodeados de ominosos pibones, la policía siempre es lerda; unas cuantas parrafadas pretendidamente brillantes, epatantes y acojonantes (cuánto daño hizo Tarantino desde su irrupción triunfante, salieron miles de patanes imitadores aspirantes copiando sus diálogos y poniendo en boca de todo tipo de energúmenos millones de chorradas banales, ridículas y afectadas; eructos efectistas y, lo peor, profundamente aburridos), varias explosiones aberrantes, unos cuantos zorrones mamadores, musiquilla de acompañamiento como de cine porno y un intríngulis o trama estupefaciente con la complejidad de una tertulia de tele y una confusa deriva que trata de esconder su agresiva esterilidad y descalabrada nada con toneladas de pirotecnia abotargada.
En fin. Película fullera/follonera/fallera. Muy norteamericana en la sobreabundancia de machadas y gañanes que pareciera o se creyeran que están en un desfile de modelos.
Mala dos veces. En sí. Y para sí. Como puro cine es un bochorno por su frivolidad e idiocia, y como exponente de la cultura yanqui es representativa de un tipo de mirada violenta, garrula, delirante y ofensivamente chulesca, con un deje de niños mimados que se ríen mientras destruyen todo lo que quieren o tocan.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Jackman. Absurdo e imposible héroe. Impostada criatura niña que le cargan a la espaldas, para que tenga la cuota de moralidad oportunamente saneada.
Travolta. Grotesco mequetrefe que no hay quien se crea como superhombre del mal que todo lo puede.
Berry. Imperial hermosura para un personaje forzado, reclamo carnal muy burdo, cebo erótico muy chusco destinado a un público masculino al que se quiere marear, desviar la atención, para que no se dé cuenta de que está sufriendo el timo del tocomocho.
Los demás, el Cheadle y así, son mamporreros, comparsas que apenas cuentan.
La tesis terrorista patriótica no merece casi ni aporrear una sola tecla, no vaya a ser que nos explote a nosotros también la dichosa bomba.
Ni siquiera nos permiten atisbar la coartada dichosa/famosa del entretenimiento, esa que según parece justificaría cualquier engendro. No, amigos, esta cosa tumba al espectador más predispuesto, duerme al más cocainómano, aburre al más adicto, es la anestesia perfecta, un mal menor que no hace mucho daño, solo poco a poco te va matando. Y la pena es que casi por muchos momentos parecían tomársela medio en serio.
P.D.: ¿El malo es bueno? Mata a otros mucho peores. Con un par.
Reducen los conflictos más brutales a entes bien marcados y delimitados, como si no hubiera conexiones entre los diferentes peones del tablero mundial político-terrorista y sus muchas ramificaciones y extensiones.
El final quiere cerrar el círculo, hacer un guiño a la reflexión del principio, no acabar con los tópicos morales del resto de similares producciones, como una broma autorreferencial y ladina que llega tarde y suena a una última tontada supina.
Travolta. Grotesco mequetrefe que no hay quien se crea como superhombre del mal que todo lo puede.
Berry. Imperial hermosura para un personaje forzado, reclamo carnal muy burdo, cebo erótico muy chusco destinado a un público masculino al que se quiere marear, desviar la atención, para que no se dé cuenta de que está sufriendo el timo del tocomocho.
Los demás, el Cheadle y así, son mamporreros, comparsas que apenas cuentan.
La tesis terrorista patriótica no merece casi ni aporrear una sola tecla, no vaya a ser que nos explote a nosotros también la dichosa bomba.
Ni siquiera nos permiten atisbar la coartada dichosa/famosa del entretenimiento, esa que según parece justificaría cualquier engendro. No, amigos, esta cosa tumba al espectador más predispuesto, duerme al más cocainómano, aburre al más adicto, es la anestesia perfecta, un mal menor que no hace mucho daño, solo poco a poco te va matando. Y la pena es que casi por muchos momentos parecían tomársela medio en serio.
P.D.: ¿El malo es bueno? Mata a otros mucho peores. Con un par.
Reducen los conflictos más brutales a entes bien marcados y delimitados, como si no hubiera conexiones entre los diferentes peones del tablero mundial político-terrorista y sus muchas ramificaciones y extensiones.
El final quiere cerrar el círculo, hacer un guiño a la reflexión del principio, no acabar con los tópicos morales del resto de similares producciones, como una broma autorreferencial y ladina que llega tarde y suena a una última tontada supina.