Una película con mucha intención, muy de guionista, de autor, de querer decir cosas (y no solo mostrarlas), de buenos personajes y diálogos, de las que exigen atención al espectador, que se lo tome con calma; densa y placentera.
Muy interesante. Muy bien escrita. La primera hora es estupenda. Con Ryan, fabulosa y guapísima, como personaje herido, frágil, que se esconde huyendo, y Quaid, atractivo pero pasmarote, demasiado inexpresivo, como hombre dañado, refugiado en tristes rutinas. La segunda se complica. Muy arriesgado todo. El intento consiste en cerrar lo planteado y casar todas las piezas, pero es un poco forzado; se antepone la verdad del escritor a la verosimilitud de las situaciones. Aun así, es una historia muy apreciable, un pequeño regalo, por su cuidado y profundidad.
La estructura es sencilla. Chico bueno y asustado conoce a chica... buena y caótica. Más tarde, se encuentran con sus reversos, los malos, Caan, sobreactuado pero brillante, y Paltrow, muy joven y muy bien. Como música de cámara o teatro en el Oeste americano. La sutileza unida a la crudeza. La delicadeza, a la negrura. Tiene algo de drama familiar y bastante de thriller, lo mismo que de vidas perdidas, patéticas, al margen, marcadas. Y dominados los personajes por el fatum, un destino que les espera para cerrar las heridas.
Un padre y su hijo. Un hombre y una mujer.