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Voto de Ferdydurke:
7
6,0
547
Drama. Romance
Joy -interpretada por la también directora, guionista y productora de la película- intenta superar la ruptura de su pareja estable tanteando posibles nuevas relaciones y procurando encontrar el imposible punto de equilibrio entre el rechazo a cualquier implicación sentimental y la necesidad imperiosa de sentirse ligada a alguien. (FILMAFFINITY)
24 de noviembre de 2016
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Israel. Son jóvenes. Una chica y un chico. Y otro más. Y un posible tercero. Trabajan. Estudian. Salen a tomar algo y a ver si follan o están menos solos.
No hay mucha novedad. Pero se cuenta mejor. Son islas de egoísmo, incomprensión y estupor. Son ridículos y están perdidos. Especialmente ella, que se debate entre una displicencia altiva y una desesperación sorda. Y ellos son unas joyas también. El más encantador es incapaz de darse sin buscar salidas nada más comenzar la relación, el otro, el garrulo, es menos complicado pero demasiado bruto. Y hay un tercero de fondo, por si acaso.
Es una película precisa, ágil y lúcida. Plantea un asunto banal para luego desmenuzarlo y dejarlo en el hueso, para ir al fondo y sacar petróleo. Y no cae en la tentación fácil de salvar, de identificarse con la protagonista y así victimizarla a través del tópico que dice que ellas nunca son responsables, nada más que objetos pasivos que solo pueden padecer u observar las miserias y debilidades de ellos. Aquí las hay, muchas, pero ella no está por encima, ni por debajo, de nadie, pelea en el mismo barro. Necesita lo mismo y no tiene red. Está incluso más desguarnecida, más desnortada y ansiosa si cabe.
Montaje vigoroso, planos cortos, cámara en mano; se logra transmitir la sensación de inmediatez y angustia crispada, de cierta inocencia mancillada.
Se parte de cierto naturalismo, plasmado a través de diálogos y escenarios creíbles, y se llega a un brillante esencialismo que trasciende el lugar o las vulgares anécdotas.
La actriz protagonista, que a su vez es la directora y guionista, mil hurras por ella, por ser tan valiente y generosa y nada autocomplaciente a pesar de las primeras impresiones, Hadas Ben Aroya, acierta con la áspera fragilidad de su quebrado personaje.
No hay mucha novedad. Pero se cuenta mejor. Son islas de egoísmo, incomprensión y estupor. Son ridículos y están perdidos. Especialmente ella, que se debate entre una displicencia altiva y una desesperación sorda. Y ellos son unas joyas también. El más encantador es incapaz de darse sin buscar salidas nada más comenzar la relación, el otro, el garrulo, es menos complicado pero demasiado bruto. Y hay un tercero de fondo, por si acaso.
Es una película precisa, ágil y lúcida. Plantea un asunto banal para luego desmenuzarlo y dejarlo en el hueso, para ir al fondo y sacar petróleo. Y no cae en la tentación fácil de salvar, de identificarse con la protagonista y así victimizarla a través del tópico que dice que ellas nunca son responsables, nada más que objetos pasivos que solo pueden padecer u observar las miserias y debilidades de ellos. Aquí las hay, muchas, pero ella no está por encima, ni por debajo, de nadie, pelea en el mismo barro. Necesita lo mismo y no tiene red. Está incluso más desguarnecida, más desnortada y ansiosa si cabe.
Montaje vigoroso, planos cortos, cámara en mano; se logra transmitir la sensación de inmediatez y angustia crispada, de cierta inocencia mancillada.
Se parte de cierto naturalismo, plasmado a través de diálogos y escenarios creíbles, y se llega a un brillante esencialismo que trasciende el lugar o las vulgares anécdotas.
La actriz protagonista, que a su vez es la directora y guionista, mil hurras por ella, por ser tan valiente y generosa y nada autocomplaciente a pesar de las primeras impresiones, Hadas Ben Aroya, acierta con la áspera fragilidad de su quebrado personaje.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Solipsismo y soledad. Incapaces de entenderse. Se cubren con máscaras que solo aumentan la confusión y el desconcierto. Lo cómico se junta con lo triste. Todos se defienden de su inseguridad, se protegen por miedo al dolor y a la demasiada exposición de tal manera que las relaciones son final e inevitablemente efímeras, absurdas y penosas, una guerra de guerrillas sin fundamento. Podría ser una mezcla del Neil LaBute de sus primeras películas con el Rohmer más juvenil. Acidez y lucidez.
Una buena escena a todo este respecto sería aquella en la que la protagonista se encuentra en la discoteca con una conocida y las dos se dan cuenta de que han ido allí no porque les guste el sitio ni nada parecido, sino que por la necesidad de huir de sí mismas e intentar aturdirse con la esperanza de poder encontrar alguien que les facilite esa escapada.
Es una historia desinhibida; dulce y procaz, sincera y directa que evita la charlatanería pedante o la pose exhibicionista.
El final es muy bueno, se consigue lo más difícil en el cine, que solo con imágenes y sonidos se concrete una idea abstracta de tal forma que además sea la conclusión necesaria de todo lo anteriormente expuesto, bravo.
Una buena escena a todo este respecto sería aquella en la que la protagonista se encuentra en la discoteca con una conocida y las dos se dan cuenta de que han ido allí no porque les guste el sitio ni nada parecido, sino que por la necesidad de huir de sí mismas e intentar aturdirse con la esperanza de poder encontrar alguien que les facilite esa escapada.
Es una historia desinhibida; dulce y procaz, sincera y directa que evita la charlatanería pedante o la pose exhibicionista.
El final es muy bueno, se consigue lo más difícil en el cine, que solo con imágenes y sonidos se concrete una idea abstracta de tal forma que además sea la conclusión necesaria de todo lo anteriormente expuesto, bravo.