Como un capítulo de un serie de decenas de temporadas, ¿Santa Bárbara?, y siglos de duración, no sé, como La casa de la pradera, o Bonanza, como ser Truman en su show, sin percatarte del percal, de la figuración, del mogollón, o como formar parte de Atrapado en el tiempo, se repite el mismo día siempre, hasta el fin de los tiempos sobre mojado llueve, sobre idéntico tema variaciones, dale al torno, Perico, erre que erre, el embarazo, el otro embarazo, el amorío de los zagales, hermosos, y... vuelta a empezar, o como irte a un parque temático del lejano Oeste, Desafío total (tomarte unas vacaciones de ti mismo), como planteaba Michael Crichton, en gloria esté, en aquella peli con Yul Brynner, Almas de metal que ahora mismo me acabo de acordar, o la serie, creo recordar, histórica memoria democrática valga la redundancia rebuznada, Wetsworld, pero sin mal, todo solo bien, el cielo en la tierra, el paraíso recuperado o nunca perdido, el eterno retorno de lo bueno pastelero, ¿yo a vivir ahí me quedo?, el jardín del Edén sin manzana ni serpiente, a pelo, lo que todos nos merecemos o nos mereceríamos si Dios fuera, de una vez por todas, venga, por algo se empieza, tú puedes, si lo intentas, es muy fácil, de veras, bueno.
Es morosa, repetitiva, cansina, cursi y roma, ridícula, pero a su manera acaramelada es perfecta, vegeta, todo casa y rima, previsible sería decir poco. Ella, la rubia pimpolla protagonista, es preciosa, manzana fresca, el resto tampoco es precisamente feo, la música arrulla, la foto es cálida y dorada, todo lo demás, lo que toca, cartón piedra, tele, fachenda.
Deadwood sería su otra cara, el infierno de este mundo caramelo, su némesis, la otra luna, la segunda, Otra Tierra, el sumidero, la fosa séptica.
Arcadia, las bucólicas, las mujeres se ayudan sororan y los hombres protegen acompañan, todos, hasta el tuétano, se quieren, y se lo dicen, constantemente, mi mamá me mima, y la mía, mira. La ponzoña dura unos segundos, apenas, palpita, no existe, y se pasa, un mal sueño, el remedio y el acuerdo, la concordia y la dicha, el sentido común y la armonía siempre triunfan, al final llegan.
Traed hijos al mundo, creced y multiplicaos.
Los inmortales, todos quedan, nada pasa.
Thornton Wilder, Sinfonía de la vida.