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Voto de Ferdydurke:
7
14 de mayo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Deliciosa comedia dramática que sortea con inmensa habilidad todas las tentaciones lacrimógenas, sermoneadoras o moralistas.
Sabia muestra de capacidad narrativa, buen gusto, tacto y buen juicio.
Partiendo de un costumbrismo típico de clase media norteamericana con gente de profesiones liberales y cuitas de divorcios e hijos malhadados, logra erigirse como una pieza perfecta de cámara en la que leve y juguetonamente, precisión de reloj suizo, se habla también de cosas mayores, la amistad, el amor, la fragilidad de todo lo humano y el paso del tiempo que todo lo come.
Repite situaciones mil veces vistas, pero nunca se relame en las heridas ni se regodea con lo contado, siempre cierra cada escena o enredo con un contrapunto de humor que salva cada caso, que demuestra una enorme inteligencia, aunque a veces, por ser tan repetido el mecanismo, parezca solo una fórmula.
Es más o menos tramposa, juega con materiales muy usados y convencionales y aun así no pesa, se disfruta (mucho, sobre todo en algún muy brillante hallazgo) y hasta te enamora cuando el acierto es pleno (pocas pero bellas ocasiones, la música ayuda lo suyo).
De cómo ser capaz de transformar mediocridad conocida por todos en una obra que inadvertidamente se eleva muy por encima de la media; es un pequeño regalo, casi tan común que no se nota.
Interludios musicales (Vivaldi a todo poder) y continuos apuntes humorísticos más una clara dirección de personajes que transitan lugares comunes psicológicos con una eficacia implacable.
Sabia muestra de capacidad narrativa, buen gusto, tacto y buen juicio.
Partiendo de un costumbrismo típico de clase media norteamericana con gente de profesiones liberales y cuitas de divorcios e hijos malhadados, logra erigirse como una pieza perfecta de cámara en la que leve y juguetonamente, precisión de reloj suizo, se habla también de cosas mayores, la amistad, el amor, la fragilidad de todo lo humano y el paso del tiempo que todo lo come.
Repite situaciones mil veces vistas, pero nunca se relame en las heridas ni se regodea con lo contado, siempre cierra cada escena o enredo con un contrapunto de humor que salva cada caso, que demuestra una enorme inteligencia, aunque a veces, por ser tan repetido el mecanismo, parezca solo una fórmula.
Es más o menos tramposa, juega con materiales muy usados y convencionales y aun así no pesa, se disfruta (mucho, sobre todo en algún muy brillante hallazgo) y hasta te enamora cuando el acierto es pleno (pocas pero bellas ocasiones, la música ayuda lo suyo).
De cómo ser capaz de transformar mediocridad conocida por todos en una obra que inadvertidamente se eleva muy por encima de la media; es un pequeño regalo, casi tan común que no se nota.
Interludios musicales (Vivaldi a todo poder) y continuos apuntes humorísticos más una clara dirección de personajes que transitan lugares comunes psicológicos con una eficacia implacable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El final es perfecto, maravilloso. En movimiento. Tras la casi tragedia, llega la broma seria (el Mercedes cae por la borda), hay abrazos, amores y disputas, como todo en la vida, vuelven a casa sin un rasguño, sin que haya pasado en verdad nada, todo queda abierto, no hay enseñanza, moraleja ni verdadera desgracia, a lo sumo se reafirman en la necesidad de estar unos con otros a pesar de tanto, de todo, constatan la irreprimible necesidad de ese calor humano tan agobiante y necesario.
El abogado reprimido y tan agradable (maravilloso Alda como rey de esta creación), el hipocondriaco dentista gordo que es raro porque le duele (bien por él, Weston también), y el agente de seguros, ligón maduro más plano y menos interesante que también tiene lo suyo (correcto Cariou). Y ahora vamos con las damas. Burnett muy bien (lista, con sentido del humor, sabia en su mirada). Moreno, italiana (más bien portorriqueña), faltaría más, también larga y cachonda aunque aquí más impulsiva. Y la loca buena, desangelada mujer de las verduras con la mirada perdida y finalmente abandonada (Dennis, interesante actriz de muerte prematura). Más la joven potranca (Armstrong) que ameniza la función y aunque parezca tonta y rubia también se da cuenta, no se le escapa una.
Tópicos, tópicos y más tópicos tocados por la varita mágica de la inteligencia.
Entre "Gente corriente" y Woody Allen.
No es sutil ni imprevisible, se ciñe a patrones habituales, risa-llanto, humor-espanto, calma-tormenta y así sucesivamente hasta el infinito, todo transcurre por cauces muy transitados, ese no es su mérito, sino recorrer ese sendero sin salida con gran perspicacia y hasta alegría, silbando jocosamente ante la derrota y la muerte.
El abogado reprimido y tan agradable (maravilloso Alda como rey de esta creación), el hipocondriaco dentista gordo que es raro porque le duele (bien por él, Weston también), y el agente de seguros, ligón maduro más plano y menos interesante que también tiene lo suyo (correcto Cariou). Y ahora vamos con las damas. Burnett muy bien (lista, con sentido del humor, sabia en su mirada). Moreno, italiana (más bien portorriqueña), faltaría más, también larga y cachonda aunque aquí más impulsiva. Y la loca buena, desangelada mujer de las verduras con la mirada perdida y finalmente abandonada (Dennis, interesante actriz de muerte prematura). Más la joven potranca (Armstrong) que ameniza la función y aunque parezca tonta y rubia también se da cuenta, no se le escapa una.
Tópicos, tópicos y más tópicos tocados por la varita mágica de la inteligencia.
Entre "Gente corriente" y Woody Allen.
No es sutil ni imprevisible, se ciñe a patrones habituales, risa-llanto, humor-espanto, calma-tormenta y así sucesivamente hasta el infinito, todo transcurre por cauces muy transitados, ese no es su mérito, sino recorrer ese sendero sin salida con gran perspicacia y hasta alegría, silbando jocosamente ante la derrota y la muerte.