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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
5
Thriller. Terror Un joven que trabaja como carnicero en un matadero, mata accidentalmente a un taxista tras una discusión. Cuando su novia le intenta convencer de avisar a la policía, se ve obligado a matarla, y lo mismo hace con todos aquellos que suponen para él una amenaza. (FILMAFFINITY)
26 de mayo de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rara, extrañísima película del bueno de Eloy de la Iglesia que parece ser, para variar, que tuvo que sufrir en sus carnes artísticas los estertores censores del moribundo, y cerril, franquismo.
Y se entiende el porqué; ya que viene a ser, sin forzar mucho la mano ni dárselas uno de listo en la interpretación, un ensayo lírico, macabro y cañí sobre las consecuencias funestas de la represión sexual (en este caso ejercida contra los homosexuales) en un ambiente cafre y asfixiante.
Estamos metidos de lleno en un verano madrileño de padre y muy señor mío; en una barriada chabolera y abrupta, con tascas, camareras porno y perros de la noche.
Y hay un protagonista total; el angustiado, ahogado sin saber muy bien por qué, Vicente Parra, obrero carnicero, maduro y soltero (lo cual, ser cuarentón y no estar casado, en aquella España de nuestros queridos antepasados, era un horror sospechoso, solo perdonable en caso ser un golfo acreditado, un mujeriego rufianesco, un putero cuartelero o, directamente, un pobre hombre sin remedio) que ante la horrible situación general y la mucha presión social, ante su falta de recursos y nula capacidad de autoanálisis, tira por la calle de en medio y lo resuelve todo a... machetazos, pedradas, cuchillería variada y todo un alarde o variada panoplia de descuartizamientos y mutilaciones tomateras en escenas grotescamente violentas en las que se transforma en un Pascual Duarte atormentado, perdido y torturado, en un Norman Bates de tanto extrarradio.
Pero todo no iba a ser dolor e incomprensión; mezclado todo con sus terribles pesadillas nocturnas y tras arduos agotamientos charcuteros, tiene el placer de encontrarse con el bello Poncela, su otra cara de la moneda, su versión mejorada, intelectualizada y sublimada, su espejo caro e ideal; este es un burgués, escritor (de cine para más señas y evidencias), noctámbulo y voyeur; la importante diferencia es que Poncela sufre existencialmente, se quiere morir, es consciente de su desclasamiento, de su falta de lugar en un ambiente que no acepta ni comprende ni su inclinación sexual ni su libertad personal (Parra, el pobre mentecato, bastante tiene con tirar palante, aturdido, zarandeado por fuerzas que ni controla ni conoce, dividido, y zaherido, entre sus deseos, miedos y supuestas obligaciones); Poncela vendría a ser tanto un hermano español de Pasolini como seguramente un álter ego de Eloy de la Iglesia, que en películas posteriores también utilizaría este tipo de personajes de cierta posición social y desahogo económico que protegen a cachorros perdidos (me vienen a la cabeza Quique San Francisco y José Luis Manzano en alguno de esos clásicos quinquis que clavó a su particular manera el director vasco). Bueno, pues ahí Parra encuentra un poco de paz y relajo.
Y comprendemos el origen de sus males, de cómo la represión salvaje de sus verdaderos instintos (homosexuales) es la causa oculta, nunca reconocida ni asumida ni entendida, de sus estallidos violentos (más allá de la equívoca y superficial apariencia de asesino en serie descerebrado, sin más). De hecho, solo hay que fijarse en que la mayoría de asesinatos tiene relación directa con relaciones heterosexuales, suelen ser su corolario feroz, su purga; el resentimiento, la rabia que siente por haberse visto "obligado" a hacer esas "cosas" tan ajenas a su verdadera "naturaleza", se transforma en abscesos brutales de ira, sus víctimas pagan haberle "forzado" a practicar actividades que en verdad le repugnan.
Pues eso, un retrato truculento y bestial de un asesino (un poco como en las novelas de Jim Thompson, también llenas de personajes con doble cara; Jekyls y Mr. Hydes, conviviendo ambos en la misma mente perturbada y alucinada, que a duras penas distinguen la realidad "real" de un mundo interior poblado de asco, vergüenza y crueldad; de animosidad gélida y disolvente) sin norte ni asideros, que improvisa chapuceramente. Y, de paso, una mirada desolada y espantada a un país atrasado y pavoroso, invadido por el fútbol y habitado por gentes de miedo (ese taxista del pánico por ejemplo), primitivamente molestos, agresivos y de tan pocas luces.
Valiente y tremenda película de un director muy apreciable, muy español y sincero, que con muchas dificultades logró levantar una obra interesante, única, de autor también popular, a tumba abierta, sus carnes creativas arrojadas y expuestas al normalmente muy indiferente público.
Pero, lamentablemente, en este caso el resultado es fallido, un poco manga por hombro todo, la sucesión de los hechos y la resolución de las escenas es en muchas ocasiones, demasiadas, absurda, mal hecha, sin mucho sentido; hasta la acumulación terrible de cadáveres, moscas zumbando, colonias y demás cachivaches mediante, deriva sin parar en la comedia involuntaria y el inopinado esperpento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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