Cuando se encuentran felices los cuatro en el agua, no por muy previsible y esperado ese momento deja de ser lo mejor de la peli que desaprovechan un tanto o mucho al pasar rápidamente a otra cosa sin comerlo ni beberlo.
El principio y el final son horrorosos, de película (mala-parodia, casi de Benny Hill) porno el primero, y de comedia (mala, ridícula, forzada) romántica el segundo (las separaciones finales son precipitadas, están mal explicadas, demasiado aceleradas sin motivo, como forzado todo para que las aguas vuelvan a su cauce y acaben cuanto antes como antes, cada oveja con su pareja, aquí no ha pasado nada, paz (cobarde) y (conservadora) gloria). Todo lo demás se deja querer con cierta dificultad ya que no acaban nunca de encontrar el tono entre la banal frívola pueril comedia costumbrista, la blanda sátira de la burguesía, el estudio o retrato ligero de las relaciones de pareja entre gente bien o el sarcasmo sobre la falta de sustancia del hombre, y la mujer, en las sociedades contemporáneas, maridos y mujeres que diría Woody Allen.
Tan tonta, tan tonta como Coburn el pobre, para lo que hemos quedado, montando a caballo sin remedio, sin confesarse ni a dios ni al diablo, lo que hay que hacer para estar a toque de pito (las dos mujeres les dejan y los dos hombres vuelven pidiendo sopitas con el rabo entre las piernas, no sé de qué esto algo mucho me suena, hay que cambiarlo todo para que siga igual que siempre, viva la fiesta).