No es precisamente shakespeareana, es/tá entre (¿dos?) aguas, mayores y menores, bueno, tampoco nos pasemos, so, no hagamos (mancharse las manos de) demasiada sangre (¿no la merece?), si la hubieran cortado/partido/parido por la mitad, vaya, una en Madrid, aquí no hay playa, y la otra en (Naomi) Osaka, por favor, quizás, cincuenta minutos de duración y seacabó (jastag), pero no, y la suma (de las partes) de todo es a dolor, veo veo, esa desidia perezosa desganada (a la par que animada gritada movida, parajoda o de cómo agitarse y no sacar ni espuma) tópica de la comedia española que al final lo fía todo a los actores y el jaleo y no le da o llega (a nada), ni a pena o a hostia, ni a broma o (¿Víctor o Victoria?) vera, ni a historia o jodienda, asoma, como operar a corazón abierto sin corazón ni cielo o seso, solo anestesia, bata y hospital, puritito infierno.
Lo mejor: Juanito Valderrama, que no sale, solo canta (y en su caso, sin que sirva de precedente o jurisprudencia, ya es bastante, nos salva o redime, más que suficiente, con todos los gastos pagados, nos vale, salimos ganando, el toro y la luna).
Y Kiti Mánver. Maja. Elsa igual, pero no es actriz. Y Climent también, pero sí es actor.
En fin, que lo que empieza con cierto garbo, desparpajo y aquel ritmillo, termina en desapego existencial, una especie de miasma nirvana de la nulidad y la chapuza frenética (ir y venir sin un para qué o parachoques, pollos y pollas sin cabeza, sin weltanschaunng o schwarzenegger siquiera que llevarse a la boca o echarse al coleto, qué triste), amablemente cretina.
¿Señas de identidad?
Como si Berlanga hubiese parido un hijo (mu) tonto, nadie es perfecto, para eso mejor un convento, cartujo, me la corto, me cago en los hermanos Lumière y en toda su estirpe.
Como si a Oristrell le hubiese salido un hermano gemelo, dos es más que uno, pero no tanto como trismegisto, las desgracias nunca viene solas, se acompañan.