Hostilidad al pobre. Marginados sin opción a la redención. La explotación del negocio espontaneo con víctimas en fango. Miedos que condenan y codicias que aprenden.

Generaciones perdidas en pozos. Sacrificios del corazón que son leídos para apaciguar la frustración. Mártires del cinismo. Vidas cortas con sufrimiento eterno.

Makhmalbaf nos rescata el clásico de Sidney Pollack para exponer las miserias ancladas en la sociedad contemporánea. Muestra una ley de la selva sin remordimientos humanos. Ofrece protestas con imágenes sonrojante. Escenifica su obra en una plaza cuyo centro representa los pilares básicos del civismo, la educación social, valores éticos o libertad de pensamiento y son puestos entredicho. Juega con su personaje central como si de un satélite se tratara y lo vincula con con su centro, esquivando toda clase de basura orbital.

Melodramas al margen, el director iraní consigue una obra atemporal y universal.