Servidor que ya ve la jubilación a la vuelta de la esquina, recuerda con claridad cuando en esta España nuestra "el que dirán" (título original) era una losa muy pesada en la convivencia diaria (aún en comunidades pequeñas). Eran y son sociedades que repartidas por todo el mundo bajo distintos credos y banderas tienen el denominador común de un sentido del honor mal entendido, machista e hipócrita donde el varón se constituye en salvaguarda de la "honestidad" de la mujer, como garante de una "pureza" con la que en definitiva se pueda comerciar y medrar mediante alianzas matrimoniales o en el menor de los peores casos dar salida y sustento a esas hijas que no lo encuentran en un mundo social y laboral precario de sociedades herederas del medioevo donde la pobreza es endémica y prima siempre el varón primogénito. Las religiones siempre ponen su granito o pedrusco para ayudar y fomentar que esto sea así desde tiempo inmemorial.  Probablemente por una errata bíblica en la que Lucas 1, 26-38 pone en boca de María las siguientes palabras: "Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra". Y algunos han decidido cambiar la "S" mayúscula de Señor por otra minúscula que aluda al "señor de la casa" o a cualquiera del género masculino.

La directora noruego-pakistaní Iram Haq se basa en su propia experiencia de adolescencia. Al igual que Nisha tuvo que pasar un tiempo en Pakistán para que se "educara" en sus raíces y tradiciones. Aunque muchos siguen sin entender que las raíces pueden pudrirse por exceso de "riego" y que el hecho de que algo se constituya en tradicional no significa que sea bueno. La mayor tradición de los seres humanos es matarse los unos a los otros. La brecha social, laboral y de género se ensancha aún más si comparamos a Noruega donde vive la protagonista (puesto nª 1 en el índice de Desarrollo Humano frente al 147 de Pakistán de 188 en total). Películas que reflejen este contraste entre Oriente y Occidente no son últimamente ajenas a nuestra cartelera. Y aunque la mirada de la directora sea algo estrecha en general con la cultura paquistaní y fuerce el maniqueísmo es indudablemente rotunda con el hecho concreto y diferencial en cuanto a la cosificación de la mujer.

La joven actriz de 17 años Maria Mozhdaz encarna con verosimilitud el personaje trasunto de la directora, que apuesta al final por la comprensión y el amor, aunque este desgraciadamente no pueda por el momento saltar las barreras mentales que lo constriñen.

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