En el nutrido e inacabado album de los horrores de nuestra especie, en páginas no muy lejanas (1975) y bajo el saturado epígrafe de "Genocidio" encontramos otra de esas revoluciones que vienen a solucionarnos la vida previo pago de la misma. El régimen maoista de los Jemeres Rojos al mando de Pol Pot, el iluminado de turno que masacró principalmente a su propia etnia jemer en su eufemisticamente llamada Kampuchea Democrática (Camboya), dejando un saldo de unos 2 millones de cadáveres, un cuarto de su población, en menos de cuatro años.


Ante la ausencia de imágenes de dicho horror el cineasta Rithy Panh recurrió a figuras de arcilla en su sobresaliente documental "La imagen perdida" (2013). Ahora es Denis Do, nacido en Francia de origen camboyano quien recurre a la animación para narrar los recuerdos de su madre mediante la ficción "en un 50 %" en palabras del propio Do, que se alzó con el prestigioso primer premio en el festival de cine de animación en  Annecy en su debut como director.

Animación en 2D de trazo simple y colorista, Do consigue belleza en la tragedia atemperando visualmente la misma, eludiendo con pudor mirar cara a cara a la crueldad abocando al espectador a imaginarla en la medida de lo soportable. Hace buen uso Do de la gama de recursos narrativos en una historia de supervivencia de una familia de aquellos dos millones de personas que tuvieron que abandonar con lo puesto la capital Phnom Penh para ser esclavizados en campos de trabajo y pudieron vivir para contarlo.

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