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Estados Unidos Estados Unidos · Bon Temps (Louisiana)
Voto de RandolphCarter:
7
Drama El duque de York se convirtió en rey de Inglaterra con el nombre de Jorge VI (1936-1952), tras la abdicación de su hermano mayor, Eduardo VIII. Su tartamudez, que constituía un gran inconveniente para el ejercicio de sus funciones, lo llevó a buscar la ayuda de Lionel Logue, un experto logopeda que intentó, empleando una serie de técnicas poco ortodoxas, eliminar este defecto en el habla del monarca. (FILMAFFINITY)
25 de enero de 2011
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Repita conmigo: a, e, i, o, u, bla, ble, bli, blo, blu. ¿Fácil, no? Pues para los que padecen problemas de dicción no tanto y menos si su vida laboral se ve irremisiblemente encauzada al discurso público. Imagínense ustedes si además la audiencia son los tropecientos millones de habitantes del país en el que usted reinará como legítimo soberano. Pues este hecho verídico, la tartamudez de Jorge VI, padre de la actual reina Isabel II, y su relación con el peculiar logopeda Lionel Logue, es el centro neurálgico del film de Tom Hooper.

Tras un intento frustrado de comunicarse con las masas en el estadio de Wembley y después de acudir en vano a multitud de médicos para tratar su disfunción, el futuro monarca se da por vencido en su empeño por hablar correctamente; no así su esposa, que contacta con un profesional de métodos estrambóticos pero efectividad constatada. Del encuentro entre Logue y el atribulado Jorge VI (Georgie para los amigos) surgirá una relación doctor-paciente inaudita y sin precedentes en la historia de la familia real británica.

Lo curioso del caso es ver cómo un hecho tan globalmente pequeño, la tartamudez de un hombre, puede tener tanta importancia en el curso de la historia por su posición como representante del país y el contexto histórico previo a la II Guerra Mundial. Curiosidad que se traslada al cine de manera muy académicamente correcta, con mordacidad controlada (ver los cómicos ejercicios de insultos al respecto) y sin subvertir demasiado los órdenes sociales, no vayamos a cuestionar el papel de las monarquías de occidente… Coñas sediciosas aparte, el film es bueno pero quizás le falte una pátina de intensidad dramática algo más profunda para llegar a entusiasmar, por esa contención tan típicamente británica y ese aire de qualité que suele rodear a las producciones “de prestigio” de la Gran Bretaña.

Lógicamente lo que destaca es la impresionante labor de sus excelentes protagonistas, Geoffrey Rush y Colin Firth, que demuestran sobradamente porqué son dos de los mejores actores británicos de los últimos tiempos; su recital interpretativo está fuera de todo cuestionamiento, lástima del efectivo pero meramente funcional trabajo de Tom Hooper tras las cámaras. Aún así, una notable historia de corte clásico digna de ver, bien hecha y mejor interpretada.
RandolphCarter
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