La idea inicial es interesante, presentando un futuro donde un virus mortal afecta a toda la población y es necesario tomar a diario una ¨cura¨ que tan solo impide el avance de la enfermedad, permitiendo vivir. Y el mundo se mueve por horas de vida, no por dinero. Punto de partida bastante bueno, pero en eso se queda.

No solo es predecible, con el investigador que descubre que las cosas no son como son, sino que también roza lo absurdo, la exageración y el ridículo. La película de repente se convierte en una persecución y lucha de buenos muy buenos contra malos muy malos. Christopher Lambert hace de sí mismo, como siempre, y Ron Perlman en su rol de jefe de la empresa farmacéutica más parece un capo de la mafia, muy chulo él. El resto de malos son todos iguales: trajeados y con elegantes gafas de sol al estilo Matrix, apareciendo en todas partes para liarla parda.

Es una pena que se desperdicie ese punto de partida en un producto tan simple, soso y aburrido.