En la dicotomía entre lo apolíneo y lo dionisíaco, yo siempre he sido más dionisíaco que otra cosa. Qué le vamos a hacer... Puedo apreciar la belleza del 'Nacimiento de Venus' de Boticcelli, o del 'Marte' de Velazquez, incluso de la 'Persistencia de la memoria' de Dalí, pero dame un par de litronas y unas adolescentes dando saltitos y me convierto rápidamente en hombre lobo. Y en ese estado, mi escala de valores cambia radicalmente.

En este estado de embriaguez e hiperhormonación, me pregunto qué hace a una peli buena, y hago una lista:
- que me haga sentir algo (pena, alegría, melancolía,..),
- que las actuaciones sean convincentes y se crean su papel,
- que no me aburra
- que me gustaría volver a ver, o recomendar a otra persona

Bien, pues esta película cumple todos los requisitos. Me ha hecho sentir lujuria, las chicas están superilusionadas en sus papeles de animadoras-patito feo que se convierte en cisne, y ha habido ratos que no he podido ni pestañear para no perderme... ejem... nada.

Vale, dejémonos de monsergas: las chicas están buenísimas. Da igual que te encante Nietszche, que reconozcas el mérito de Kant o que hayas asimilado la teoría de la relatividad: cuando llevas un rato viendo esta película afloran tus instintos de homínido reprimido por la sociedad y sólo quieres tres cosas, FORNICAR, FORNICAR Y FORNICAR. También comer, pero eso puedes hacerlo mientras fornicas.

La peli no tiene una trama extraordinaria y ni siquiera cuenta con los gags de la primera entrega, pero... ay omá.